sábado, 24 de diciembre de 2011

El que se fue a Sevilla perdió su silla






Vivía en Sevilla y pensaba que el dicho 'el que fue a Sevilla perdió su silla' tenía mucho sentido. Notaba que su vida no tenía emoción, trabajaba en la misma empresa desde hacía 13 años, soportaba al mismo jefe durante años y veía las mismas caras cada día. Su vida personal era escasa, tenía amigos pero todos disfrutaban de sus parejas, hijos y lo peor es que se había cansado de salir a tomar copas con los amigos.
Pensaba que los demás habían cogido su silla de la vida y él la había perdido, no sabía dónde ni cuándo, pero era consciente de que su silla estaba en algún lugar y tendría que buscarla para encontrarla.
Un día pensó y "si en vez de ir bailando alrededor de las sillas sin saber cuál será ¿por qué no apuesto por una? Decidió pasar a la acción, aunque muchos le habían dicho que por mucho que hiciera en la vida su suerte no cambiaría porque todo estaba escrito. No necesitó mucho decidirse, se despidió de la empresa en medio de la crisis económica y se fue a buscar suerte a otra ciudad, otro país y otro continente.
Años mas tarde conoció a un sevillano en México y le comentó lo mismo. "El dicho del que se fue a Sevilla perdió su silla me atormentaba porque mi vida en realidad no me gustaba. Menos mal que me decidí a salir de mi casa y en cuanto puse el pié en el suelo comenzaron a llegarme numerosos trabajos y muchas oportunidades. A veces no hay que hacer muchas cosas, sólo el querer hacerlas y el dar el primer paso".

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Yo y el mundo




Julia era una mujer solitaria, segura de sí misma, la llamaban la analógica, vivía sola en un pueblecito de los Pirineos y no tenía ni Facebook ni Twitter. Vivía tranquila con sus plantas, cocinando y leyendo libros apasionadamente. No quería cambiar, pero su hermano mayor le aseguraba que no estaba en el mundo. Él vivía en Madrid, se debía levantar dos horas antes para llegar a su trabajo, viajar en metro rodeado de gente y comer por el camino. Tenía 500 amigos en Facebook y 300 en Twitter, era un apasionado de las redes sociales y no cesaba de anunciar dónde estaba comiendo y qué estaba haciendo. Julia le preguntaba a menudo ¿por qué tienes esa obsesión en tener tantos amigos virtuales y aparentar ser feliz si del primero que tienes que ser amigo eres de ti? Ninguno de ellos se preocupará por ti si un día estás en el paro y ya no eres importante", le comentaba.
Julia sabía que su vida no era la usual, era especial y curiosamente la gente especial es la que triunfa y la que destaca por encima de los demás. Superman, Gandhi, Einstein o Dali, ficción o realidad, todos fueron únicos, todos lucharon por lo que querían y no les importaba si tenían seguidores o eran populares, pero lo fueron.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Coincidencias caprichosas



Nunca había creído en el destino, el poder del universo o la fuerza de las coincidencias. Cuando tenía 30 años casualmente se encontró con una ex novia en Santo Domingo, un 4 de enero. Hacía tres meses que le había abandonado tras una noche de promesas y reconciliaciones que acabaron al día siguiente en la soledad de una cama y un mensaje en el móvil diciendo que no podían seguir juntos. La cara descolocada que le quedó aquel día a Antonio la pudo ver en ella, en aquella playa de Santo Domingo. 
Sus amigos le dijeron fue una casualidad coincidir en el mismo hotel, mismo país y mismo día...
Años después veía cómo su amigo se quedaba tuerto cuando una arista se le clavaba en el ojo al mirar hacia arriba. Su abuela se moría el mismo día de su cumpleaños. Son sólo fatalidades, le comentaban sus amistades.
La vida pasaba y cada vez que pensaba en alguien que hacía tiempo que no veía hacía acto de presencia. "Ha sido una coincidencia, sólo eso", le aseguraban sus familiares.
Antonio seguía dudando, pero las justificaciones de los demás le acababan convenciéndolo.
Su hija Ana, era su ojito derecho. Tenía una gran personalidad y hacía un año que vivía sola. Estaba orgullosa de ella y la tarde que cogió el teléfono y le informaron que había fallecido en un accidente de tráfico no podía creer que se tratara de ella. Deseó que el nombre de su hija hubiese sido una coincidencia con otra persona fallecida, pero no fue así. Durante varios meses no pudo levantar cabeza y se hundió en una profunda depresión. 
No sabía qué hacer, su vida no tenía sentido y decidió volcarse en la política. Nunca pensó que podía dedicarse a esta tarea, pero contó con el apoyo de muchos amigos y crearon un partido político. 
Fueron meses intensos y la tristeza de la pérdida de su hija la mitigaba con la política. 
El esfuerzo tuvo su recompensa y su partido sorprendía y Antonio se convertía en alcalde de una céntrica ciudad de España. El día de su proclamación todos deseaban escuchar sus primeras palabras como alcalde. Su discurso conmocionó a todo el mundo. "Hoy he entendido que las coincidencias son la fuerza para manternos vivos. Hoy mi hija hubiera celebrado su cumpleaños. Este día  ahora ya tiene un recuerdo agridulce. Allá donde está mi hija ha querido que este día fuera especial".

domingo, 13 de noviembre de 2011

Morirse de risa




Disfrutaba de la vida, le encantaba reírse y su risa era contagiosa. Tenía 32 años y perdía la cuenta de las veces que se reía al día a carcajada limpia. Su vecino la observaba por la ventana y pensaba que era una exagerada, aseguraba que nada era tan divertido como ella pensaba. Había muchos problemas en la vida y tomárselo a la ligera no era de ser una persona responsable. Rosa no lo podía evitar y la risa era lo que le mantenía viva.
Los niños del barrio eran quienes mejor la entendían, siempre la buscaban para divertirse y le pedían que se riera porque realizaba un sonido muy peculiar, parecido al relincho de un caballo.
Los años pasaban y la joven seguía comportándose igual para desesperación de su vecino Antonio, que incluso le molestaba que nunca estuviera entristecida.
Cuando cumplió los 33 años, Rosa decidió hacer una fiesta de cumpleaños y pidió a todos sus amigos que se disfrazaran para la ocasión. Cada uno de los invitados llegó a la fiesta con disfraces a cual más estrafalario. Pelucas, volantes, bigotes, todos desarrollaron la imaginación al máximo. La llegada de cada invitado le generaba una estruendosa carcajada sin fin, pero cuando apareció Lola, su mejor amiga, fue apoteósico, entró vestida de pato mareado y con una botella de ron en la mano. Rosa se quedó impactada, abrió los ojos como platos y comenzó a reír y a reír sin poder parar.  No había forma de frenar esa cascada de carcajadas y de repente se cayó al suelo y perdió el sentido. Había muerto de un ataque de risa en el día de su cumpleaños. 
Cuando se enteró su vecino lo lamentó mucho y pensó "si ya lo decía yo que tanto reír no era bueno". Un mes después Antonio fallecía al salir de su casa cuando le caía una maceta en la cabeza. Había vivido 30 días más, pero su vida había sido entre preocupación y preocupación, disgustos, críticas y sufrimiento. Rosa murió riendo y con una sonrisa en la boca. Dos formas de vida, dos maneras de vivir y con el mismo final.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Smell Coffee: La confianza perdida

Smell Coffee: La confianza perdida: Como cada mañana, un jueves de noviembre Joaquín se levantó, se duchó con agua templada, decidió estrenar una camiseta roja y sus vaqueros ...

domingo, 30 de octubre de 2011

La confianza perdida


Como cada mañana, un jueves de noviembre Joaquín se levantó, se duchó con agua templada, decidió estrenar una camiseta roja y sus vaqueros preferidos. Desayunó café con leche más cinco galletas y se dispuso a iniciar un nuevo día como periodista. Trabajaba en un medio local, en la sección de deportes y cubría informaciones sobre partidos de baloncesto. Le apasionaba lo que hacía y no le importaba llegar tarde a cenar o perderse una reunión con amigos. Se sentía afortunado por trabajar en lo que le gustaba y a todo el mundo le comentaba a qué se dedicaba y cómo le apasionaba.
Ese día llegó como todas las mañanas al trabajo, saludó a sus compañeros y se dispuso a prepararse la crónica que tendría que redactar horas después en el partido que se celebraba a las ocho de la tarde. No había ni abierto el ordenador cuando el director le llamó a su despacho, le extrañó, nunca le había llamado pero no se imaginaba para qué era. "Lo sentimos, ya no contamos contigo. No eres el perfil que estamos buscando". No podía creer lo que estaba oyendo y esas palabras le resonaron en su cabeza. El director continuó hablando, pero Joaquín no conseguía entender lo que decía, comenzó a ver doble y se sintió empañado de sudor. Estaba presenciando su despido. "¿A mí?, ¿Cómo puedo ser yo?", se repetía una y otra vez. Cuando su jefe dejó de hablar apenas podía levantarse, las piernas le temblaban y sentía los ojos de todos sus compañeros clavados en su nuca. Llegó a su mesa, recogió su mochila porque lo único que quería era salir por la puerta. Quería huir y sentía la salida cada vez más lejos. Su mundo se acababa de desmoronar, toda su vida centrada en el trabajo y ahora no tenía nada. Había dejado de lado a sus amigos, no tenía novia, ni nada que se le pareciera. ¿Qué iba a hacer ahora?, ¿Cómo viviría? Las preguntas no cesaban de atormentarle. Pero entre tantos nubarrones, vio un rayo de luz. Tenía 30 años, su vida no había terminado, ni mucho menos, empezaba otro ciclo. Se había cerrado esa puerta, pero se abrirían otras. Entendió que la vida son ciclos y si de niño a joven había pasado sin sufrimiento, pasaría de un trabajo a otro sin pestañear. Sólo necesitaba una cosa: confianza. Por suerte esto no se compra, viaja en la mochila de la vida y sólo es necesaria sacarla para saber que la tienes y que siempre la llevas puesta.

jueves, 13 de octubre de 2011

The present is a present





Vivía entre Philadelphia y Madrid y sus vuelos intercontinentales eran como un largo paseo. La mayoría de las veces viajaba sin equipaje, hecho que le obligaba a justificar con convincentes argumentos su inusual costumbre a los policías del control de pasaporte. Conocía a muchas azafatas, adivinaba las frases que iban a pronunciar los pilotos, sabía la hora a la que pasaba la comida y las escasas combinaciones que ofrecían de menú.
Ya se había acostumbrado a la incomodidad de los asientos y seis veces al año cruzaba el océano Atlántico y encomendaba su vida al piloto automático. Acompañado de su música descargada en su ipod, dejaba volar la imaginación y disfrutaba del viaje. Aseguraba que era un momento único cuando descansaba de la vida frenética en la tierra y poco le importaba quién fuera su compañero de viaje. Pero en uno de sus vuelos coincidió con una joven por equivocación. Ella debía ir dos filas por delante, pero al volar sola le había dejado su asiento a una pareja que no tenían los números correlativos.
Les separaban unos 20 años de edad, pero apenas a los treinta minutos de comenzar a  hablar se dieron cuenta de que se habían reconocido. Una mirada profunda, unas palabras claves y su conversación no cesó hasta que aterrizaron nueve horas después.
A 7.000 pies de altura llegaron a la misma conclusión, su coincidencia no era casual. Ambos debían encontrarse en ese vuelo. Ella volaba hacia un mundo por descubrir, una aventura por vivir y un destino por encontrar. Y él todavía con ganas por devorar la vida, soñaba con disfrutar cada minuto, cada momento que le regalaban. The present is a present. Una expresión bordaba en inglés y que los dos supieron aprovechar. Sin duda, ella recordaría su encuentro como su visionario, quien le alentó, le animó y le aseguró que lograría todo lo que se propusiera en la vida y él no olvidaría a aquella joven con ganas de comerse el mundo, como él hizo 20 años atrás y le recordaría que todavía podía sorprenderle la vida una y otra vez. Los dos se reconocieron y supieron vivir en el aquí y en el ahora.

viernes, 19 de agosto de 2011

¿Tienes una falda con botones?


Nadie sabía cómo se llamaban, ni dónde vivía. Su aspecto era desaliñado, pero no del todo desharrapado. Rondaba la media de edad y caminaba con pasos cortos, pero constantes, encorvado y con un cierto aire despistado.
Vivía en un céntrico barrio de Valencia y era conocido por los vecinos como el de la falda de botones.
En cuanto se encontraba con alguien en la calle su primera pregunta era. "oye, oye ¿tienes una falda de botones?". Aunque le preguntaban para qué quería esa prenda, nunca lo explicaba, lo único que le interesaba era tener una falda de botones.
Lloviera, cayera un sol de justicia o el frío calara sus huesos, el hombre de la falta de botones caminaba por el barrio en busca de su codiciado tesoro. Su vida se limitaba en hacerse con su gran sueño, su único pensamiento era la falda de botones y su necesidad para seguir subsistiendo era poseer unos metros de tela con varios botones. No le importaba la talla, ni el diseño, ni el color, sólo ansiaba poseer una falda de botones.
Sus vecinos le comentaban "¿no te da igual un pantalón? Lo utilizarás más". Pero él siempre pedía lo mismo y con un débil movimiento de su dedo índice decía "no, no, quiero una falda con botones".
Aquel hombre tenía una obsesión, pero no menos importante que aquel que se empeña en ganar más dinero, reclamar el amor de alguien o sentir rencor por un enfado. No hay escala en las obsesiones, todas son iguales y con la misma intensidad.
Aquel hombre sin proponérselo iba dando un ejemplo a todos sus vecinos que pensaban que estaban más cuerdos y sus pensamientos eran más interesantes. Quien supo entender su enseñanza comprendió que la vida está repleta de faldas con botones, pensamientos inútiles para unos e imprescindibles para otros, pero al fin y al cabo, sólo pensamientos cuyo valor es el mismo, sólo toman la fuerza que cada uno quiera darle.

martes, 9 de agosto de 2011

El negro sin rumbo



Su padre era negro, su madre negra y él nació también, pero vivió en un país de blancos. No sabía por qué era de diferente color al resto de sus compañeros de clase. Sus padres adoptivos eran blancos y él se sentía como el extraño, por eso cuando tuvo cinco años a Pedro le contaron que había sido acogido en España porque su familia no tenía recursos y no podía cuidar de él.
Esa relevación le hizo tomar una decisión; cuando fuera lo suficientemente mayor se marcharía para buscar a gente similar a él.
Su objetivo era crecer, crecer rápido y encontrar a sus familiares. Estaba harto de escuchar expresiones de sus compañeros como ¿Tú tienes la sangre roja? ¿Naciste negro? ¿Para qué tomas el sol si ya estás moreno?
Cuando cumplió los 18 años decidió marcharse a Sudáfrica, le habían dicho que allí los negros gobernaban sobre los blancos. Pero cuando llegó no le gustó el trato hacia los blancos. Se acordaba de sus padres adoptivos y a pesar de que estaba rodeado por personas de su mismo color se encontró en tierra de nadie.
Un día conoció a un mulato y Pedro le dijo. "Claro, tú sí que sabes, nadie se puede meter contigo porque tienes los dos colores". El mulato quedó boquiaberto con la reflexión de Pedro y le dijo. "¿Te has preguntado por qué te preocupa tanto el color? Yo soy ciego y no sé cómo es el blanco o el negro. Soy Arturo, el ciego, pero todos me llaman Arturo, el sonrisas. Procuro reírme, porque aunque no me vea, oigo las risas de los demás. Ver no veo, pero escuchar lo hago a la perfección. "Busca en tí que seguro que tienes algo que los demás no tienen y deja de buscar ahí fuera", sentenció.

miércoles, 3 de agosto de 2011

El último segundo


Un 10 de enero Roberto decidió cuál sería destino de vacaciones en agosto. Se iría al Caribe, le habían comentado que en verano podía haber tormentas, pero no le importaba, llevaba años planeando ese viaje y por fin tenía dinero para poder disfrutar de aguas cristalinas, ron, palmeras y por qué no, chicas guapas.
Tenía 34 años y su novia Rocío le había abandonado en septiembre. El año pasado decidieron ir juntos a Santo Domingo, pero ahora lo debería hacerlo solo porque su novia había preferido a su profesor de spining.
Cuando llegó la primavera comenzó a comprarse bañadores, unas gafas de sol de aviador y un equipo de buceo. Quería estar irresistible e incluso se descargó en el ordenador algún vídeo para ver cómo se bailaba la bachata.
Los meses le pasaban lentos y no veía el día de volar hacia el paraíso.
Todos en su empresa ya sabían el destino de Roberto que no cesaba de comentar lo afortunado que se sentía libre con su viaje a la vuelta de la esquina. Pensaba, "por favor que pasen estos meses volando, quiero estar allí, estos días no los necesito, son una pérdida de tiempo".
El mundo se le echaba encima y ni salía con los amigos porque quería ahorrar, no había nada más importante que su viaje y los planes de compañeros le aburrían.
Llegó julio y comenzó a descontar los días uno a uno. Estaba encantado de conocerse y bromeaba cada vez que llegaba a su trabajo "¿Os he comentado dónde estaré dentro de unos días verdad? "Sí, Roberto sí,", le decían sus compañeros con paciencia.
El vuelo estaba previsto para el día 10 de agosto a las 12 de la mañana, la maleta la preparó un mes antes y cada día la repasaba para comprobar que no le faltaba nada. La noche previa dejó su equipaje delante de la puerta de su casa, todo preparado, sólo faltaba salir de su edificio y coger el taxi que ya lo había reservado con destino al aeropuerto. Llegó el gran día y a las siete de la mañana se despertó con muchos nervios. Amaneció algo mareado y pensó que sería por la emoción del día, desayunó, pero no se sentía mejor y cada minuto que pasaba el malestar iba en aumento. Comenzó a sentir un dolor agudo en el brazo izquierdo, la presión se le desplazó al pecho y su vida comenzó a pasar por delante. Miles de escenas a una velocidad de vértigo hasta que sintió que se iba, se iba y no podía respirar. Roberto yacía en el suelo sin vida tras un ataque al corazón, justo en el momento en el que el taxista llamaba a su puerta para llevarlo al aeropuerto.
Los últimos meses de su vida los había pasado preparando un momento que nunca llegaría, desperdició semanas, días y horas pensando en algo que no viviría. Ojalá hubiera tenido los cinco sentidos para disfrutar de cada uno de los momentos de su vida. Ojalá hubiera vivido cada segundo como si fuera el último.

lunes, 1 de agosto de 2011

Escuchar


David vivía en el mismo lugar desde hacía ocho años. Su habitación era soleada, amplios ventanales y una cama muy confortable. Era muy querido y cada día venían muchas personas a verlo. Su madre se pasaba por las mañanas. Siempre llegaba a la misma hora, le contaba los cotilleos de sus vecinas y los enfados con su padre. Aseguraba que si fuera más joven lo abandonaría. Se sentía muy sola y estaba agotada de depender de la gente.
Su hermana todavía no sabía qué carrera universitaria quería estudiar, iba a verlo los fines de semana y le contaba con el chico con el que salía y los problemas que tenía con sus padres.
Hacía ocho años que él había decidido dejar su relación con su novia, ella también pensaba que era lo mejor, pero de vez en cuando acudía y le recordaba los días que habían pasado juntos y le aseguraba que se sentía perdida y a pesar de que salía con otro chico, no era feliz.
Su amigo Toni había progresado en los últimos años y era directivo en una multinacional informática. Ganaba mucho dinero, pero era muy inseguro y acudía a contarle los problemas con sus clientes, el poco tiempo que tenía para disfrutar de su mujer y su mala suerte porque pensaba que ella ya no lo quería.
Se había convertido en un gran confesor y todos acudían para que les escucharan. David nunca les decía nada, pero ellos se sentían cómodos sólo con ir a verlo.
Todos aseguraban estar tristes y desdichados con la vida que llevaban. Sin embargo, él pensaba que no eran conscientes de lo que tenían entre manos. No tenían ni idea de que eran poderosos porque podían manejar su vida como se les antojara, cambiar de rumbo si lo consideraban o cerrar etapas y empezar otras. Eran dueños y señores de su persona y no tenían que depender de una máquina, de vivir en una cama, no poder hablar, ni salir a pasear. Llevaba ocho años en coma y nadie podía saber cómo se sentía. No sabía cuándo se despertaría, saldría de ese sueño profundo o volvería a ser persona. Pero a pesar de su situación todos los días daba las gracias por estar en el mundo.

domingo, 24 de julio de 2011

¿Falsos o educados?


"Hola, perdona que te moleste pero ¿me puedes atender?". "Hola que tal estás?". "Hasta luego guapa". "Cariño, dime ¿cúantos tomates te pongo?". "Encantada de conocerte". La vida está llena de frases hechas, que nada aportan, expresiones que no significan nada, pero que todos pronuncian con todas sus letras sin asumir su significado. Nadie espera una respuesta, o si la hay, prefieren un monosílabo que no signifique nada. Un sí o un apenas bien. Las frases tienen su profundidad; si alguien dice perdona que te moleste, no hay perdón que valga si alguien molesta con intencionalidad. Quien pregunta por el estado físico, poco le importa si se encuentra mal, nadie espera una contestación verdadera, es una simple frase para iniciar una conversación. Los calificativos amigables como cariño, guapa o encantada de conocerte no son más que expresiones que agradan a la persona. Si una de las personas guapas no es agraciada, poco importa, con tal que vuelva a la tienda y compre. ¿Quién es sincero en esta sociedad? Pocos, y ya son muchos, se expresan con la verdad por delante y aunque lo piensen a nadie se le ocurre pronunciar su verdadera opinión de la gente. ¿Falsos o educados?

sábado, 23 de julio de 2011

Atrapada


La llamaban la analógica, se resistía a sentirse engullida por la tecnología, por eso prefirió entrar en la era global poco a poco, sólo cuando fuera estrictamente necesario. Sin embargo, una noche comprobó que estaba más atrapada de lo que pensaba. Como todas las noches llegó a su casa y observó á través de su móvil el correo electrónico y su twitter, instrumento necesario para desempeñar su trabajo. Pasaban la una de la madrugada y un mosquito no le dejaba dormir. Intentaba actualizar la versión de su red social y cuando lo hizo, el programa le avisó de que debía reiniciar el móvil. Ejecutó la orden, pero no pudo volver a conectarlo, a pesar de sus reiteradas insistencias, su móvil quedó apagado. En ese instante se sintió perdida, se despertaba todas las mañanas con el despertador de su inalámbrico y sin él no era nadie. No sabía qué hacer, estaba desesperada, en su casa no tenía más despertadores y se sentía aterrada sin su pequeño aparato negro de medio palmo. "¿Cómo me voy a levantar mañana por la mañana sin no me funciona el móvil? Estoy perdida", afirmaba.
Vivía sola y a la una de la madrugada no quería molestar a nadie para pedirle el favor de que le avisara. Eran las 2.30 de la madrugada y seguía locamente apretando todos los botones de su teléfono para intentar abrirlo. Al final, tuvo una idea brillante y pensó. "Abriré la ventana y no bajaré la persiana y así me despertará la luz del día". A las seis de la mañana su idea daba resultado y el amanecer le despertaba. Entonces, le llegó una idea y pensó sacar la batería del móvil para intentar que su teléfono volviera a funcionar y conectar la alarma. Afortunadamente lo hizo y continuó durmiendo dos horas más.
A la mañana siguiente se sentía aterrada, su adicción era peor que una droga. Dependía de un pequeño objeto y sin él no era nadie. Estaba más enganchada que a una relación, a una coletilla al hablar, a una comida o a una costumbre. Tristemente pensó "ojalá estuviera así de enganchada que a la sensación de un despertar natural, a los paisajes o a la energía de la tierra". No sabía cómo podría luchar en plena era tecnológica. Era consciente de que si quería trabajar en el mundo debía vivir pegado a la tecnología, pero también sabía que no quería sentirse atrapada. Por lo menos se sintió reconfortada al comprobar que se había dado cuenta del abismo al que se dirigía. Sólo era cuestión de mantener el equilibrio.

jueves, 14 de julio de 2011

La naturaleza del cuerpo

Ángel era ingeniero de física cuántica, algo que él apenas podía explicar con claridad a todo el que se lo preguntaba. Durante años trabajó en un laboratorio y allí le llamaban el doctor. No tenía ni idea de medicina, pero en cuanto alguien se mareaba, se sentía indispuesto o por la calle presenciaba algún percance, allí iba él como el gran salvador. Incluso, no tuvo problemas en avalanzarse a socorrer a un joven caído en la calle tras haber sido atropellado en medio de una avenida de Dublin, a pesar de su escaso dominio del inglés. No entendía la reacción que sentía en ayudar a la gente aunque no supiera nada de medicina.
Ante tantos casos seguidos decidió ser médico porque pensaba que esa era su verdadera profesión, pero tampoco estaba satisfecho.
Su otra gran pasión era la naturaleza, le encantaba subir montañas, bucear en el mar y hacer puenting. Mientras operaba, su mente se alejaba hasta uno de los parajes que había visto días atrás y cuando estaba en una gran extensión verde se acordaba de una de las últimas operaciones que había realizado. Su vida era dual y  al mismo tiempo una, vivía una situación y pensaba en la otra. Su cuerpo y mente estaba en dos lugares a la vez. Esa sensación la llevaba sintiendo durante meses y no acababa de entender el paralelismo.
Pero un día tumbado sobre la toalla y contemplando cómo un cangrejo intentaba salir del agua, comprendió la esencia de la vida. El cuerpo humano es una copia exacta del planeta. Los ríos que recorren el planeta de un extremo al otro son exactamente igual que la sangre que fluye a través de venas y capilares. Los órganos son iguales que los países, estratégicamente distribuidos por todo el planeta. Y las células, sin duda, son las personas. Millones y millones repartidas por toda la tierra, al igual que la microcélulas que se encuentran en lugares tan dispares como el dedo meñique o el cuero cabelludo.
Ángel entendió que se funcionaba igual dentro de su cuerpo que fuera. Por eso, comprendió su necesidad de salvar a todo el que lo necesitaba. Al igual que las células son independientes pero forman parte de un cuerpo, los humanos también vivimos individualmente, pero en el fondo todos somos uno y quien es consciente de ello no puede permitir que ninguna de sus células muera.

domingo, 10 de julio de 2011

Los reyes de la decepción





Alicia, tenía 30 años y todavía recordaba como si fuera ayer el día más duro de su vida, aquel en el que su madre le dijo que los reyes eran los padres. No podía creer cómo la persona en la que creía ciegamente le había engañado todo ese tiempo. Había jugado con su ilusión y le había hecho creer en un mundo imaginario.
Cuando lo comentaba a sus amigos se quedaban extrañados, le aseguraban que también habían pasado por ahí, sin embargo, no se sentían engañados. Para ellos, era una mentira piadosa y no tenía la menor importancia.
Conociendo su reacción y comparándola con el resto supo que, tal y como veía la vida, no era como la veían los demás y fue consciente de que sufriría por situaciones que para el resto serían anécdotas y temió que le dolerían las relaciones sentimentales más que a nadie.
Sus suposiciones no se quedaron cortas y aunque la gente la definía como muy guapa y de una gran bondad, las cicatrices de su sufrimiento le cubrían su interior.
A golpe de relaciones fracasadas aprendió a ser fuerte, pero al mismo tiempo a desconfiar de los hombres. Sin embargo, seguía creyendo en el amor y depositando pequeñas dosis de fe en algunos de aquellos que habían estado con ella durante años y que le aseguraban que la querían, a su modo, pero la querían. Pero eso también falló y Alicia se dio cuenta de que ninguno de ellos se merecían el amor que les había entregado sin nada a cambio, sin esperanzas de ser sus novios, sólo se había conformado con saber que la querían. Pero un día, las migajas del amor también fracasaron y la única palabra que le llegaba a su mente era la de la decepción.
Supo que nadie podría quererla más que ella y que nadie ahí afuera podía hacerle más daño del que ella se estaba haciendo. Se dio cuenta de que agarrarse a los coletazos del pasado no funcionaba, por eso con todo el amor del mundo optó por desprenderse de los hombres que habían estado en su vida. Sólo así sabía que podría ser ella la que llevaría las riendas de su vida. No sabía cuándo podría volver a enamorarse, cuándo sentiría de nuevo las mariposas en el estómago, pero sí sabía que estaba preparada para guiar su vida como la sentía y no como le habían intentado hacer creer. Sabía lo que quería y por eso estaba convencida de que existía. Los tres reyes magos eran una ilusión en la que había creído, ahora no había nada en lo que creer, sólo dejar que pasara la vida, la que ella sentía, la única que existía.

domingo, 3 de julio de 2011

Fuera zapatos



Lucas, dos años de edad. Todas las mañanas su madre lo prepara para ir a la guardería, le coloca el chándal del colegio y las zapatillas de deporte y se marchan en su coche. Por el camino siempre acaba quitándose la zapatilla izquierda y su madre debe perder cinco minutos cada mañana en volvérsela a poner cuando salen del coche.
Lucía, ocho meses de edad. Vestidito rosa, lazo rosa y zapatitos rosa. Preparada para salir a dar un paseo un día más. Al doblar la esquina del barrio comienza a rozar un pié con otro y acaba soltándose del zapato izquierdo.
Alba, un año, su madre ha optado por no ponerle zapatos porque siempre se los quita.
¿Alguien sabe por qué a los niños no les gustan los zapatos? Pero la cuestión más importante es si los niños una y otra vez sin conocerse y sin poder comunicarse entre ellos, siempre acaban haciendo lo mismo, algo nos quieren transmitir.

Educar a la mente




"No me coge el teléfono, ¿le habrá pasado algo?" "Llega tarde, ¿habrá tenido un accidente?" "Hace días que no lo veo. ¿Se habrá muerto?" Ángel se pasaba el día pensado lo peor y sus primeros pensamientos ante un contratiempo era pensar en una tragedia. Todo lo veía negativo y sobre todo cuando se refería a su familia, amigos y sus seres queridos. Sabía que era una cuestión suya, pero no lo podía evitar.
Cuando su novia se iba de viaje acababa llamando a todas las compañías aéreas para que le informaran si había habido un problema. Si sus padres se iban de vacaciones también se volvía loco cuando tardaban en llamarle.
No tenía idea de cómo dejar de sufrir. Por eso, un día optó por no preocuparse, pero se engañaba a sí mismo y nunca lo superaba, así que pensó engañar a su mente.Cuando le venía un pensamiento de tragedia inmediatamente se decía, "no te preocupes si ya me dijo que me llamaría más tarde". Aunque seguía pensando en terribles situaciones, las atacaba con sus expresiones de "no hay por qué preocuparse, todo está controlado y si ha pasado algo cuando me entere será una desgracia, mientras tanto para qué me voy a asustar". 
Poco a poco se dio cuenta de que podía educar a su mente y que los primeros pensamientos negativos eran fantasías que sólo aparecían en su cabeza.
Supo que simplemente pensando lo que él quería pensar lograba no preocuparse y martirizarse. 

viernes, 24 de junio de 2011

Broma tras broma





Félix era directivo de una empresa informática, siempre mantenía que ir bien vestido no era una opción, sino algo necesario para marcar estilo, ofrecer una seguridad en su empresa y alcanzar contratos millonarios. Su obsesión por la limpieza y el aseo era extremo y nunca se permitía estar despeinado, con la corbata desanudada o con la camisa arrugada. Su mujer sabía cómo era y le dejaba como algo imposible cuando le increpaba cuando ella pretendía darle un achuchón y él le recriminaba que le estropeaba la camisa. 
Durante meses, estuvo preparando la presentación oficial ante todos los medios de comunicación de la cuenta de resultados de su empresa. Un logro muy meritorio en plena crisis económica.
La rueda de prensa comenzaba a las 12 de la mañana y a las 8 de la mañana ya estaba en pié, había salido para hacer footing como todas las mañanas, había disfrutado de un copioso desayuno y de su kiwi para regular su organismo. 
Traje de chaqueta negro impecable, corbata verde rompedora, zapatos italianos y su ipad con toda la documentación que iba a relatar horas después.
A las 12 en punto comenzaba la rueda de prensa y un silencio sepulcral en la sala marcaba el inicio de su gran momento. Apenas llevaba dos minutos hablando cuando sin saber ni cómo ni por qué una flatulencia salió de su cuerpo trajeado. Su rostro cambió, las risas se precipitaron por toda la sala y aunque continuó hablando nadie le prestó atención.
Al día siguiente los titulares fueron los mismos. "Félix González expulsa sus aires cuando informaba sobre su cuenta de resultados".
No sabía qué decir, Félix cayó en una profunda depresión, su carrera había acabado por una simple flatulencia.
Una tarde, cuando se lo contaba a su mujer apenado y angustiado su hija Rocío, de cinco años, le dijo. "Pues Papi te ha pasado como a mi esta mañana en el cole y todos mis compañeros se han reído y yo con ellos. Ha sido lo más divertido de la mañana papi, yo no estoy triste".
La vida es una broma, a veces pesada y otras no, pero una broma para reírte con ella.

martes, 21 de junio de 2011

La herencia de la vida






Pedro se levanta con el despertador de su ipod, desayuna y sigue las noticias desde su ipad por Twiter, en casa juega con su hijo con la play y elige las recetas que va a cocinar en los blogs de internet. La mensajería del whats app le sirve para hablar a diario con sus amigos. Vive en el siglo XXI y las nuevas tecnologías son su vida. Pero su gran pasión es la historia y es especialista en la Edad Media. Una época donde la comunicación era vía oral, la comida se hacía con fuego y cuando no había guerra, la única función que tenían en la vida era cultivar y cazar animales para alimentarse. En aquella época no había seguros, hipotecas, abogados, periodistas o esteticistas. No había ni luz, calefacción, la higiene brillaba por su ausencia,  la moda no existía y el cine no se había inventado.
Pero a medida que Pedro estudiaba más historia le hacía estar más orgulloso de quién es ahora y de la herencia que tiene. Cuando reflexionaba con su amigo Alfredo, no acababa de entenderlo y le comentaba. "No sé de qué te alegras, nada de lo que tenemos ahora lo tenían ellos. Todo esto lo hemos inventado nosotros y ellos vivía de forma muy precaria, no nos han dejado ninguna herencia".
Pedro con gran tranquilidad y media sonrisa en la cara le comentó a Alfredo. "Amigo mío todo se lo debemos a ellos. Nosotros estamos aquí porque ellos existieron. Su mayor herencia es nuestra vida".

domingo, 19 de junio de 2011

Mira bien



Todas las mañanas salía de su casa, se montaba en su coche y abandonaba su barrio. La misma mecánica y los mismos gestos. Se fijaba en la gente que pasaba por su lado y tenía todo controlado. Sabía los horarios de sus vecinos y nunca se le escapaba un detalle. Su vida era muy monótona, del trabajo a casa, pasando por el supermercado. No tenía pareja y ya la había descartado porque pensaba que a estas alturas y con 40 años ya no encontraría a nadie. Un día un amigo fotógrafo le acompañó hasta su casa y al llegar le comentó. "¿Qué árbol es el que tienes delante de tu casa? Esas flores rojas que tiene son impresionantes". Juan no sabía qué decir, nunca se había dado cuenta de ese árbol y pasaba a diario delante de él. Pensaba que todo lo que tenía en su entorno lo tenía controlado y se dio cuenta de que no todo el mundo ve lo mismo. Las oportunidades están ahí fuera y pasan por delante de las personas. La cuestión es abrir los ojos y observar con detalle todo lo que hay alrededor.

martes, 14 de junio de 2011

El máximo placer




Manikanta tenía 28 años, nació en la India, en un suburbio de Delhi. Sus padres habían muerto y a su cargo tenía cinco hermanos. Trabajaba de sol a sol, descalzo y con una camisa raída que intentaba mantener entera. Su mayor tesoro eran sus hermanos y su novia, Nuresvaru, una bella joven por la que se desvivía y se entregaba apasionadamente cuando hacían el amor.
A Richard le faltaban dos años para llegar a la treintena y era el propietario de parte del emporio de su padre. Había perdido la cuenta de los millones que tenía en el banco. Poseía varios coches, dos áticos en Londres, una casa en la Riviera azul y un barco amarrado esperando a sus escapadas. Tenía una novia, pero pasaban por una crisis, ella aseguraba que ya no le apetecía hacer el amor.
Richard y Manikanta eran muy diferentes, vivían en dos mundos separados, pero aunque el inglés podía tener todo lo que quería no había conseguido enamorar a su novia.
Richard viajaba con frecuencia a la India y un día, en uno de sus viajes se encontró a Manikanta quien le llevó hasta el hotel en un rikshaw, en el tradicional transporte indio. Mientras recorrían las calles de Delhi y Manikanta sudaba por el esfuerzo, Richard iba hablando con su novia por el móvil intentando convencerla de que no la dejara.
Estaba desesperado y sabía que a pesar del dinero que tenía no podía hacer nada para conquistarla.
Manikanta no pudo evitar escuchar la conversación y se atrevió a comentarle a Richard. ¿Señor cuándo hacen el amor, siente que no hay nada ni nadie en la habitación, el tiempo se para, pierde la noción del espacio, entra en un momento de excitación que no desea que finalice, pero al mismo tiempo le invade el temor de que va a explotar y fallecer de placer?
Richard no sabía qué contestar, su forma de hacer el amor era más racional, mecánica, duraba unos escasos cinco minutos, incluidos los preliminares, e incluso le daba tiempo a repasar mentalmente la agenda del día siguiente.
Afortunadamente, el máximo placer del ser humano todavía no entiende de clases, poder o experiencia. Da igual si se hace en una cama dos por dos, sobre una piedra o en un pajar. Es indiferente si se tiene más o menos dinero en el banco, si se sabe leer, escribir o se ha tenido suerte en la vida. Hacer el amor es un sentimiento que no se aprende, se siente y se muestra. Quien tenga la suerte de sentirlo en su máxima expresión es la persona más rica del mundo.

domingo, 12 de junio de 2011

Busca tu cebolla

Lloraba cuando la tocaba. A veces su sabor era suave y otras veces fuerte. Su textura era delicada y sus colores oscuro, por fuera con una piel fina y dorada, y blanca y reluciente por dentro. Sus grandes y finas hojas del principio se convertían en pequeñas pero recias en su interior. Retirar las primeras era fácil, prácticamente salían solas, pero las del final costaban más. Era un complemento esencial para la cocina y su uso era diario.
Un día Carlota, mientras deshojaba una cebolla y elaboraba un sofrito para la salsa de sus albóndigas, pensó que su vida tenía mucho que ver con una cebolla. Cada hoja era un recuerdo, una vivencia que iba retirando y si en las primeras apenas notaba nada, a medida que iba avanzando comenzaba a notar un intenso picor en los ojos que le hacía llorar desconsoladamente.
Cada hoja era una relación fallida, una decepción en el camino, un volver a empezar y levantarse del suelo.
La cebolla iba haciéndose cada vez más pequeña y su lloros más intensos hasta que llegó al corazón de la cebolla, tierna, resistente y de un blanco brillante e intenso. Los sucedáneos del amor verdadero habían ido pasando en cada fina hoja, pero al corazón puro y consistente no había llegado. Para alcanzarlo hay que derramar algunas lágrimas, pero solo es cuestión de retirar las hojas que ocultan al verdadero amor.

sábado, 11 de junio de 2011

¿Fondo o forma?



Lola era gordita. Cuando nació era la más admirada del barrio, su madre la paseaba orgullosa y encantada de tener una niña tan lustrosa. Los piropos iban y venían, pero cuando fue haciéndose mayor en el colegio empezó a ser la gordita de la clase. Entonces ya no era tan admirada, sus amigas la criticaban y su madre la apuntó a natación, ballet y atletismo para que comenzara a perder peso.
Lola comenzó a ver que tenía un problema y los complejos empezaron a aparecer.
Su vecina Carla, sin embargo, era muy delgada, extremadamente delgada y cuando nació no era un bebé que llamaba la atención, los cumplidos eran escasos y su madre se obsesionaba porque engordara. Ambas tenían la misma edad y las dos se sentían incómodas con su peso.
Lola era muy sensible y apreciaba mucho la naturaleza, pero su madre le obligaba a realizar ejercicios para adelgazar y no le dejaba pintar, que era lo que más le gustaba. Mientras que a su vecina Carla le apasionaba nadar y su madre le insistía en que se quedara en casa, relajada dibujando para no quemar calorías.
Las dos se sentían incómodas con su modo de vida.
A base de dieta, la gordita consiguió hacerse delgada y la delgada cambió de metabolismo y empezó a engordar. Ambas cambiaron su peso, pero tampoco eran felices. Sin embargo, Lola decidió seguir sus impulsos y continuó pintando a pesar de su madre y se convirtió en una gran restauradora de arte y Carla optó por dejar de hacer una vida sedentaria y creó una escuela de natación y preparar a futuros campeones.
Las dos nacieron con  formas distintas y las cambiaron con el paso de los años, pero sus fondos los mantuvieron desde su nacimiento y fueron los que definirían su forma de vida.
El fondo siempre supera a la forma.

jueves, 9 de junio de 2011

Falsos besos



Marina nació entre algodones, toda su familia se la comía a besos y le mostraban su cariño con muchos abrazos. La pequeña sintió el amor desde que abrió un ojo en este mundo, pero fue haciéndose mayor y fue observando y mirando los comportamientos de los mayores y de la sociedad. Un día su tía le fue a dar un beso en la mejilla y ella dijo "no tita dame dos besos al aire como hacéis los mayores. Yo no sé por qué lo hacéis porque me gusta más en la carita, ¿pero si eres mayor se tienen que dar así no?", preguntó la pequeña.  Su reflexión llegó más lejos y le dijo, "por lo menos los mayores extranjeros no son raros, se dan la mano y fuerte no como en España que se dan besos, pero no se tocan".
Su tía se quedó sorprendida y pensó que su sobrina tenía mucha razón. Las muestras de cariño entre los adultos dejan mucho que desear y hasta un niño pequeño se da cuenta.

miércoles, 8 de junio de 2011

El arte de......



Quedaron a las dos de la tarde en la plaza del Ayuntamiento de Valencia. Se conocían de referencias, él experto en la materia y ella, siempre intensa y temperamental, llegaban puntuales a la plaza. En un principio conversaban con timidez mientras paseaban, disfrutaban del día. Cada vez más animados decidieron brincar y correr. Él la lanzaba por el aire y ella, divertida, explotaba con una carcajada. Nada ni nadie les importaba, solo querían vivir intensamente porque estaban en el lugar y la hora perfecta y no dudaron en fundirse en un intenso beso que provocó 4.000 chispas. Su relación no había hecho nada más que empezar y su profundo amor se desataba sin freno entrando en un terremoto de furia y pasión que les elevaba a un estado de éxtasis próximo al Nirvana. El maestro pirotécnico lograba en siete minutos fecundar a su mejor hija, la mascletà. Con su eterna amada, la pólvora. 

lunes, 6 de junio de 2011

Tú controlas el tiempo


60 segundos pueden parecer poco tiempo, pero un minuto realizando flexiones llega a ser eterno, al igual que 60 segundos aguantando la respiración. El tiempo es relativo, pero Rocío nunca lograba irse a la cama satisfecha. Aseguraba que le faltaban horas del día para organizar su casa, cuidar de sus hijos, trabajar y sacar algún tiempo para leer y disfrutar del cine que era lo que más le apasionaba. Harta de su vida decidió replantearse el modo de vivir, pero antes pensó visitar uno de sus lugares preferidos y pendientes; los fiordos noruegos.
Llegó a Oslo un tres de junio cuando los días se estiraban como un chicle y el sol permanecía en el cielo hasta medianoche y volvía a lucir a las tres de la madrugada. El tiempo era el mismo, pero en esta ciudad parecía que la vida se alargaba más y en un día había visitado la ópera de Oslo y navegado por los fiordos. Le parecía increíble tener en su cámara 300 fotos hechas en apenas unas horas y a las 22.30 todavía el sol le pedía que aguantara más tiempo despierta. Para ella era la ciudad perfecta porque parecía que todo duraba más tiempo.
Durante su estancia conoció a una joven noruega Dunna y maravillada por los días tan largos con los que disfrutaba le confesó su envidia. La joven extrañada le dijo: "bueno yo hago lo mismo en verano que cuando apenas hay luz en invierno. En estos meses nos pasamos todo el día a oscuras y sólo tenemos durante tres horas una media luz. El tiempo lo manejo a mi antojo y no dependo de en qué momento del día esté y si hay sol o luna. Si te lo propones un minuto puede suponer una hora, o un día un sólo un segundo. La vida es cada segundo repartido a tu gusto".

martes, 31 de mayo de 2011

La selva de la vida


Estrella tenía 10 años y era la más alta de su clase. Cuando salía al patio debían ir en fila y siempre acababa la última porque era por orden de altura. Se enfadaba con ella misma por ser tan alta y se preguntaba por qué sus padres le habían hecho así. Hacía ballet y siempre hacía papeles de chico por su altura. Su mejor amiga era muy bajita y se notaba aún más la diferencia. Deseaba ser más pequeña y se sentía muy desgraciada. Un día su tía le preguntó por qué estaba enfadada y Estrella le contó su gran pena. Su tía le sonrió y le dijo que a ella le había ocurrido lo mismo cuando iba al colegio, pero que ahora entendía las ventajas.
"Mira, Estrella esto es igual que la selva. El elefante es el más grande y la hormiga la más pequeña, pero los dos son esenciales en la selva, cada uno hace una función. Todos somos especiales y tú eres alta porque algún día cuando seas mayor necesitarás la altura para disfrutar de un concierto y verlo de maravilla, o para ser una modelo, ser más esbelta y la más deseada. Tu amiga quizá es más bajita porque algún día necesitará entrar por un lugar muy pequeño y lo podrá hacer. Por tanto, todos tenemos la altura correcta, todos venimos a este mundo con una función y si tú eres como el elefante en una selva es porque tu altura te servirá para vivir de la mejor forma posible en esta vida".
Estrella contenta con la explicación le pidió a su padre ir esa misma tarde al zoo para ver a los animales y comprobar sus grandes diferencias y grandes ventajas.

lunes, 30 de mayo de 2011

Tú primero


Cuando Ana era pequeña le enseñaron que debía compartir, debía ser amiga de sus amigas. Siempre supo adaptarse a los demás y a conformarse con lo que le daban. 
Fue creciendo y rodeada siempre por las mismas amigas. Algunas se fueron quedando por el camino, pero siempre permaneció acompañada de una. Se contaban su vida, sus intimidades y a pesar de que habían decidido realizar diferentes carreras universitarias seguían juntas e iban uniendo a las personas que llegaban a la vida de ambas. 
Iban saliendo con chicos, pero ninguno cuajaba y Ana siempre comentaba que nunca les pasaría como el resto de personas que se enamoran de una persona y pierden todo el contacto con los demás. Por eso, cuando salía con alguien lo incorporaba en su pack. Las llamaban pin y pon y en la ciudad las conocían por ir siempre juntas. 
Ana no tuvo suerte en el amor y se equivocaba una y otra vez en su elección, pero a su amiga le llegó el amor y la relación entre ambas desapareció. Ana vivía en un sin vivir, entre la promesa que le había hecho a la abuela de su amiga de cuidarla y protegerla de gente como un novio que olía a avaricia y falsedad desde la puerta y entre la libertad de cada persona de elegir a quien desee para enamorarse. 
Durante dos años su relación era escasa, incómoda y distante. Ninguna de las dos se atrevía a decir lo que pensaba. Ana se sentía traicionada y abandonada. Las reflexiones que habían estado haciendo durante toda su vida se habían esfumado y su amiga vivía una vida al margen de ella. Un día Ana entendió que el cuento de compartir que su madre le había contado le había fallado y se sentía desprotegida y desorientada, sólo entendía que su vida la debía organizar sola. Nadie más que ella podría entenderla y protegerla y sólo ella sabía lo que más le convenía.
¿Por qué al nacer no te enseñan a compartir más cosas contigo mismo que con los demás?

domingo, 29 de mayo de 2011

Pequeños momentos




Se conocían hacía 15 años, trabajaban juntos y habían vivido los despidos de jefes, la llegada de nuevos, los cambios y avances en el mundo laboral. Durante años disfrutaban de conversaciones en la cafetería soñando y proyectando cómo sería su vida. Se llevaban cinco años, uno había pasado la barrera de los 40 años, estaba casado y tenía dos hijos, el otro no había encontrado todavía a nadie para compartir su vida porque sus relaciones habían fracasado una detrás de otra y su vida se reducía de casa al trabajo y algún viaje que otro. El casado anhelaba la libertad del soltero y éste añoraba una vida en familia y el calor de un hogar compartido. Los dos tenían en común que eran infelices y no cesaban de quejarse. Cada uno de ellos pensaba que la vida de su amigo era mejor que la suya. Un día conocieron a una persona que había estado casada y años más tarde se había divorciado y había pasado por los dos estados. En una de sus conversaciones sobre la vida les dijo. "Estáis equivocados, no tenéis ni idea de qué es la felicidad. Os pasáis el tiempo buscándola y proyectando y no pensáis que en este momento tenéis la felicidad. Yo os veo y me da envidia porque habéis mantenido una amistad durante tanto tiempo y os los pasáis fenomenal. Ahora sois felices y eso es la felicidad, los pequeños momentos, las pequeñas cosas".

miércoles, 25 de mayo de 2011

The end



Arturo era una persona inquieta, le encantaba el fútbol pero se desesperaba por ver quién era el ganador, le apasionaba el cine de acción, pero se ponía de los nervios y llegaba a tomarse una bolsa gigante de palomitas en el cine sin pestañear. Solía tener varios libros empezados y era muy habitual que acabara saltándose varias páginas para ver el final. Arturo era todo nervio y su obsesión era llegar al final de las cosas.
Una amiga le recomendó practicar yoga, remedio para encontrar la calma y equilibrar su organismo. Pensaba que sería un aburrimiento y acabaría abandonando la clase a mitad. Comenzó un lunes sin ganas y la primera clase le pareció curiosa, por primera vez había estado sólo pensando en las posturas, el saludo al sol, el gato, las respiraciones o la meditación y en definitiva había conseguido concentrarse durante una hora sin pensar en el pasado y en el futuro. Conseguía estar en el momento presente y no había nada más ahí fuera.
Poco a poco fue relajándose y ya no necesitaba ver el final del partido para disfrutarlo, podía ver una película en el cine con su novia y las palomitas acababan en el asiento de al lado. Descubrió lo agradable que era avanzar noche tras noche entre las páginas de su libro y empezó a conocer la gran ventaja de vivir intensamente cada un instante.
Arturo aprendió que el final de una película no era el objetivo de un cinéfilo, sino el disfrutar del argumento, la música, la interpretación de los actores y su dirección. Si el cinéfilo había encontrado la esencia de su afición, Arturo había encontrado el secreto para disfrutar de la vida, paso a paso, momento a momento.

martes, 24 de mayo de 2011

Juego de mayores




Sólo el paladar es capaz de detectar el licor dentro de una tarta, el picante en un pastel de verduras o la pimienta de un salsa. La verdadera esencia de los platos se descubre degustando, saboreando cada manjar, pero siempre dista mucho de su imagen externa. En las relaciones personales ocurre lo mismo y Paco era un claro ejemplo. 
Cabeza alta, esbelto, la mano siempre en el bolsillo derecho y con un andar chulesco. Esa era su carta de presentación. Tenía gran habilidad para conversar sin profundizar en ningún tema, pero siempre acababa opinando en contra del resto y conseguía ofrecer un aire de seguridad ante su grupo de amigos.
Estaba casado y tenía dos hijos, pero le encantaba adular a las mujeres y sentirse siempre encantador con ellas. Su aspecto era chulo y se sentía muy cómodo en ese papel, nunca mostraba un lado humano y presumía del control de su vida, sin embargo, un día su hijo le dijo. ¿Papá por qué a los señores les hablas con esa voz tan rara y conmigo pones una voz de papá? Yo prefiero cuando juegas conmigo que cuando juegas con los mayores.
Paco necesitó el toque de atención de su hijo para saber que el papel que estaba representando era sólo un juego de rol y el verdadero Paco era un gran desconocido que ni él conocía.


lunes, 23 de mayo de 2011

Mirar hacia arriba



El médico le había recomendado caminar para recuperar su salud, reducir el colesterol y rebajar kilos. Su vida era sedentaria, de casa a la oficina y siempre en coche.
Tras un amago de infarto decidió hacer caso del médico y tomarse las salidas como una receta médica.
Su mujer le había comentado varias rutas, pero pensó que empezaría dando una vuelta a la manzana y si se veía con ánimo ya pensaría llegar más lejos.
Un lunes a las siete de la tarde empezó su tratamiento. Con un chandal de las rebajas y unas zapatillas, que había estrenado la semana anterior, salió del portal de su casa con resignación y poco entusiasmo.
Apenas había recorrido medio kilómetro cuando se topó con una oveja en el camino, se quedó impactado al encontrársela en medio de la ciudad, era pequeña y estaba acurrucada junto a piedra blanca, pensó que si estaba allí era por algo y continuó su paseo. En cuanto dobló la esquina apareció una cama de plumas y sobre ella había un niño saltando y pensó "mira que bien se lo pasa". Su camino le empezaba a gustar y decidió seguir observando a ver qué descubría. A lo lejos le pareció ver dos señores con batas blancas bastante gruesos que discutían o eso suponían, cuando se acercó se estaban fundiendo en un abrazo, casi no se les distinguía, con ese descomunal tamaño era difícil adivinar quién era quién.
Divertido y alucinando no cesó de caminar, pero comenzó a oscurecer y de repente se quedó con la boca abierta, había descubierto un gran lengua de fuego que se acercaba hacia él, se fijó con más detenimiento y vio como al cabo de los minutos perdía intensidad e iba desapareciendo hasta que se quedó todo oscuro.
Sin duda, salir a pasear le había despertado la imaginación y pensó "me acabo de dar cuenta de que hay muchas cosas en el cielo. Me estaba perdiendo unas historias y sólo tenía que mirar hacia arriba". Desde entonces sale a diario a pasear y cada noche pregunta a su mujer si se ha fijado en la maravilla de la luna que le pide una sonrisa y sin pagar.

sábado, 21 de mayo de 2011

Sin miedo al no



No toques esto, no corras, no chilles, no, no, no, no... Julio nació oyendo la palabra no. Su madre le educó en el no y sabía que esa palabra era negativa, por tanto nunca la pronunciaba y la olvidó de su vocabulario.
Sus amigos en el colegio le obligaban a jugar a juegos que le desmotivaban, pero nunca se atrevía a decir que no, su madre le compraba la ropa y nunca le gustaba, pero tampoco le decía que no por no disgustarla. Cuando fue haciéndose mayor decidió estudiar Derecho y no Publicidad porque era el deseo de su padre. Aunque le comentó sus deseos creativos, su padre le advirtió que el mundo publicitario era más arriesgado y con menos salidas y acabó haciéndole caso. Conoció a Rosa, un año menor que él, pero muy despierta y con mucha energía. Le gustaba estar con ella aunque muchas veces le agotaba porque era incansable, siempre estaba organizando planes, pero nunca le decía nada por miedo a perderla.
Acabó casándose con Rosa por la iglesia, hubiera preferido en un barco, en medio del mar y que les casara un capitán, una idea que se atrevió a proponerle a Rosa, pero al ver su reacción de asombro acabó cumpliendo con el tradicional ritual. El padre Agustín los casaba en la iglesia de su pueblo y al enlace acudían 150 invitados, un banquete celebrado en un salón con lámparas clásicas de 1.700 lágrimas y servido por camareros que repartían la comida al son de la música.
Trabajaba en un bufete de abogados y su jefe confiaba mucho en él y le encargaba cada vez más trabajo y con casos de lo más variopintos. Aunque se sentía explotado nunca se atrevió a decir no porque pensaba que eso sería su despido inmediato.
Un día mientras veía una flor como se marchitaba pensó. Si al final acabaré como ella pues ¿por qué no voy a vivir el tiempo que me quede como yo lo siento? Dicho y hecho, al día siguiente entró al despacho y le dijo a su jefe "hoy sólo podré hacer un caso, el resto no me da tiempo y si quiero ganarlo sólo me puedo dedicar a uno, las demás horas del día son para mi familia". Su jefe dudó por unos segundos, intentó pronunciar algún sonido pero decidió callarse. A partir de ese momento, Julio fue tenido en cuenta por su jefe y le comenzó a valorar más.
En casa decidió aplicar la misma norma y le dijo una noche a Rosa, "cariño no voy a ir este verano al mismo apartamento de Benicàssim, me aburre y no me divierte". Rosa intentó convencerle, pero Julio se mantuvo en su sitio y le dijo "no, cariño, no insistas, yo no voy". Desde entonces su mujer le comenzó a consultar y a decidir juntos sus planes, Julio ya no era un marido manipulable, era un marido con criterio.
Aquel niño que había olvidado la palabra no, descubrió que tenía un gran uso para vivir feliz como él quería y nunca más tuvo miedo a decir no.

jueves, 19 de mayo de 2011

¿Y yo cuándo?



Aurora era la pequeña de una familia humilde del sur de España. Tenía dos hermanos y era la encargada de hacer las tareas de la casa. Sus padres le habían inculcado el deber de colaborar en las tareas del hogar. Fue creciendo y decidió no estudiar más para poder ayudar en casa. Sus hermanos, sin embargo, sí que realizaron una carrera universitaria y se marcharon a Madrid. Ella se quedó en el pueblo y conoció a su futuro marido, buena persona pero sin intenciones de ofrecerle libertad. Salió de casa de sus padres para formar un hogar donde ella era la dueña y señora de las cacerolas, la escoba, la aguja de coser y la plancha. Complació a su marido y tuvieron cuatro hijos como él deseaba. Todos varones y una niña.
Su vida se reducía a preparar la comida, cuidar de los niños, atender a su marido, acudir a la compra o regatear en el mercado para obtener los mejores y más baratos productos. Tenía algunas amigas y vecinas que le pedían consejo en su matrimonio, acudían a su casa para aprender nuevas recetas de cocina y le pedían favores que complacía gustosamente.
Todos el mundo la adoraba, la quería y se lo decían continuamente porque siempre tenía un momento para acudir allá donde le llamaran.
Ella se sentía bien estaba arropada por su familia y sus amigos, pero un día su marido falleció y se sintíó muy apenada, sus hijos ya se habían marchado de casa y hacían vida con sus familias y sus amigas habían aprendido y ya no la necesitaban tanto. De repente se encontró sola y abandonada, no entendía lo que le había ocurrido, siempre había estado al lado de todo el mundo pero ahora nadie estaba con ella.
Se sentía desdichada y un día cuando estaba en casa se miró en el espejo de su habitación y descubrió a una mujer que no reconocía. Se había hecho mayor, era anciana y su rostro estaba repleto de arrugas. Había dedicado toda su vida a cuidar de los demás, pero nunca había tenido tiempo de estar con ella misma y disfrutar de su compañía. Comprobó que conocía al detalle al resto de la gente, pero ella apenas se conocía aunque se alegró de haber llegado a tiempo y poder dedicar los últimos años de su vida a estar con la persona que le había acompañado en silencio toda su vida.

martes, 17 de mayo de 2011

Yo siempre ser feliz cuando tú llegar




Bimal decidió probar suerte en España, ahorró durante varios años y desde la capital de Nepal, Kathmandú, partió hacia Europa con sus hermanos para convertirse en verdulero. Le habían contado que en la península había trabajo y podía ganar dinero vendiendo fruta y verdura, aunque tras horas y horas detrás de un mostrador. El tiempo no le importaba, llegaba a una nueva vida por descubrir y el esfuerzo era lo de menos. Su único deseo era ganar dinero para enviarlo a Nepal y mantener a sus padres, ya mayores y sin fuerzas para seguir trabajando en los campos de arroz.
Sus primos habían llegado seis meses antes y ya le habían conseguido un local en un barrio periférico de Valencia. Lo pintaron y lo prepararon para vender las hortalizas de la huerta valenciana. Decidieron repartirse las tareas, Bimal atendería al público, era el más abierto y espabilado y sus hermanos se encargarían de comprar y recibir la mercancía.
Sabía muy poco de español, sólo necesitaba aprenderse los nombres de sus productos, los números para poder cobrar a sus clientes y los saludos por educación. Y en apenas unos días el negocio comenzó a rodar y  a conocer a sus clientas, la mayoría mayores excepto una joven despistada, pero de una belleza que le deslumbraba. Siempre llegaba hablando por el móvil, con prisas y sin apreciar las hortalizas que Bimal había colocado con suma delicadeza. 
La joven no tenía ni día ni hora fija y entraba en la verdulería en cualquier momento alterando el pulso del nepalí que apenas podía articular palabra. Cruzaban las frases justas y ella se despedía regalándole una sonrisa.
Una mañana de noviembre, la joven entró en la verdulería y tras elegir dos calabacines, tres patatas y cinco tomates se dirigió al mostrador. Bimal no lo pensó ni un momento y le dijo. "Yo siempre ser feliz cuando tú llegar". Ella se quedó sorprendida y se ruborizó, pronunció un tímido gracias y salió de la verdulería.
Aquel nepalí le acababa dar una gran lección que nunca olvidaría. "¿Cómo puede decirme un desconocido que es feliz cuando entro en su tienda, y yo que que vivo a cada instante conmigo no consigo apreciarlo?", se lamentó.

lunes, 16 de mayo de 2011

Plato limpio, relación limpia




Le encantaba cocinar, era su debilidad. Pasaba horas y horas en la cocina y no le importaba, ese era su reino, disfrutaba innovando y probando combinaciones de aqui y allá. Siempre tenía invitados en casa y su mayor placer era ver los rostros saciados de todos ellos tras degustar una copiosa cena y saborear sus halagos y cumplidos.
Sus manos, dulces y delicadas, eran todo arte. Con ellas podía cocinar lo que se propusiera, tenía el don de conceder un placer pero efímero y, aunque apenas duraba 15 minutos, sus invitados soñaban con ese momento. Tras deleitarse con la velada se despedían de ella con un beso en la mejilla y le agradecían su generosidad. Orgullosa, los emplazaba hasta la semana siguiente y les prometía sorprenderles de nuevo mientras les conducía hasta la puerta.
Era muy ordenada y meticulosa y nunca se iba a la cama antes de recoger la mesa y fregar cuidadosamente cada plato. Le gustaba hacerlo a mano, le relajaba y aseguraba que quedaban más limpios. Uno a uno los iba secando y los colocaba en el armario sin resto alguno del placer ya consumido.
Al día siguiente los mismos platos los volvía a utilizar para probar sus nuevas recetas.
Ella era cocinera, vivía de ofrecer pequeñas pero intensas dosis de felicidad y un día mientras lavaba los platos pensó: "Por muy deliciosa que haya estado la comida, nadie quiere volver a comer al día siguiente en el mismo plato todavía con restos del anterior festín, entonces ¿por qué muchos insisten en empezar nuevas relaciones sentimentales con restos aún de las anteriores?

domingo, 15 de mayo de 2011

¿Por qué me llamo así?


Siempre pensé que el cuento del caballero que vendría a rescatarme en un flamante caballo blanco se haría realidad. Del caballero, ni rastro y del castillo hoy solo quedan las ruinas. Mi vida dista mucho de cómo pensé que sería, pero sin embargo hace tres años descubrí a una persona que vivía conmigo, que siempre había estado ahí, pero nunca le había hecho caso. Un día una amiga me la presentó y me dijo despierta hay mucho más mundo ahí fuera. Comencé a observar a las personas que me rodeaban desde el otro lado de la orilla, empecé a conversar más con aquella joven que siempre había estado conmigo, yo misma, y a saborear experiencias que nunca habría vivido en mis sueños iniciales, en definitiva inicié el camino de mi vida y fui sacando mis propias conclusiones.
En una de mis clases de conversación en inglés le expresé a mi profesor, un tío muy curtido en la vida y con mucha escuela, lo que me estaba sucediendo y con su gran sonrisa en la cara me dijo, "darling no te ocurre nada malo, al contrario tienes suerte y ahora tu ya smell the coffee". Una expresión que define a aquellos que son capaces de despertar del mundo en el que se encuentran y verlo desde el otro lado, aquellos que huelen al café recién hecho porque han abierto los ojos de su profundo sueño.
Me gustaría compartir desde aquí mis pensamientos de mi despertar porque somos muchos en el otro lado de la orilla.