jueves, 27 de diciembre de 2012

El otro Silicon Valley @Living in San Francisco







Martes y 13. Sabía que me faltaría ropa que no pude llevar en la maleta, documentación que debería haber cogido y no consideré, pero lo que no pensaba es que debería contar con una guía de supervivencia para vivir en San Francisco. Aterricé un martes y trece: ‘Ni te cases ni te embarques’, pensé, ‘solo es una cifra, no tiene que pasar nada’. Volé durante 20 horas desde Valencia a la costa oeste. Casi un día cruzando el Atlántico y a lo largo de Estados Unidos para alcanzar mi destino. Me dije: ‘Todo está bajo control, esto es pan comido’.
Llegué con miles de ideas en la cabeza, de aspiraciones y deseos para arrasar en la ciudad donde hay 50 eventos al día, donde se mueven los negocios sin pestañear y donde medio mundo convive para trabajar en la ciudad más multicultural del mundo. Pero toda esta energía la olvidé al instante de poner pie en tierra para enfocarme en mi supervivencia. What do you want ma’am? Cuando escuché esto me quedé sorprendida y pensé ‘¿por qué me llaman hombre si soy una mujer?’. Más tarde me dijeron que era la abreviatura de señora.
El idioma fue mi primer problema. Pensaba que controlaba el inglés, pero al instante me di cuenta de que no sabía lo suficiente para enfrentarte con el slang (expresiones locales). Rápidamente me descargué en mi móvil el urban diccionary, una útil herramienta para enfrentarme al día a día, y me apunté a la Universidad de San Francisco, City College, para reforzar mi inglés.
Si la primera barrera era algo de esperar, buscar habitación sería una misión que nunca pensé que sería tan complicada. San Francisco es la ciudad más cara de Estados Unidos, ya ha superado a New York, Chicago y Washington. El ranking medio de una habitación son 1.000 dólares y quién decide dormir en San Francisco tiene que sudar la gota gorda y estar preparado para acudir a los Open house; días en los que una habitación está disponible y debes pelearte con el resto de interesados.
‘Soy simpática, sociable, me encanta conversar, cocinar y compartir mis platos con mis compañeros. Os puedo enseñar a cocinar tortilla de patatas. Disfruto de la música, pero soy una persona tranquila y no me llevo los problemas a casa. Bailo sevillanas y me encantaría daros clase’. Así tuve que venderme para encontrar casa. Quien es serio, poco sociable o un desastre en las labores de hogar, tiene difícil, por no decir imposible, encontrar una habitación.
En los ocho meses que llevo aquí he vivido en seis casas y me he tenido que enfrentar a un proceso de selección más complicado que el de buscar trabajo. Mi primera casa fue la de una amiga, 15 días en Sausalito para aclimatarme y organizarme justo a mi llegada. En la segunda estuve tres meses, pero tuve que dejarla porque la propietaria se quedó embarazada y su madre vino desde Irán para ayudarle durante la gestación y ocupó mi habitación. Una situación que me pilló por sorpresa y no tuve tiempo de encontrar nada limpio, económico y con compañeros de piso cuerdos, por eso tuve que vivir en los llamados sublets, alojamientos que se alquilan mientras la dueña está de vacaciones.
La cuarta fue mi mejor y auténtica casa. Una vivienda victoriana de finales del siglo XIX ubicada en el corazón del barrio más hippy de San Francisco: Haight with Ashbury. Un enclave histórico y donde se desencadenó el verano del amor. Allí viví tres meses con tres chicos. Pero eso sí, tuve que pasar por un duro proceso de selección.Un centenar de personas solicitaron vivir en esta casa, cuartel en los años 40 de los Hell´s Angel. Un punto de visita obligatoria del barrio hippy.
Como yo, más de 100 personas deseaban vivir allí. Los inquilinos entrevistaron a 50 personas y finalmente me eligieron a mi. Viví tres meses encantada como si fuera Escarlata O’hara y fotografiando a todos los turistas que acudían a mi escalinata. Desgraciadamente tuve que dejarla porque la propietaria decidió venderla y nos obligó a marcharnos. Nuevo imprevisto que me forzó a buscar desesperadamente un hogar.  Encontré otro sublet en Sunset, junto al Océano Pacífico, aislada de la civilización y a una hora de distancia del centro.
Sin descanso y horas pegada al ordenador no cesé de mandar miles de correos a la website más demandada en San Francisco, Craiglist, el mayor buscador y donde todo el mundo cuelga su anuncio para buscar inquilino o demandar habitación.  Un non stop agotador y miles de visitas en lugares terribles, sucios, con inquilinos extraños o situaciones poco entendibles, a pesar de mi mente abierta, como vivir en un salón con una cortina como puerta por 1.000 dólares al mes.
Finalmente encontré mi hogar y que espero que así sea por un largo tiempo. Un apartamento, en un complejo residencial y a dos pasos del Bay Bridge.  Unas vistas privilegiadas y donde confío permanecer una larga temporada.
Con la sensación de ser el baúl de Conchita Piquer, todas estas experiencias, sin duda, me han ayudado a conocer la ciudad de un extremo al otro,  la multitud de diferentes combinaciones de transporte público y distintas formas de vida. Vivir ocho meses en el extranjero equivale a ocho años de experiencias contadas capítulo a capítulo y otras más que me pasarán mientras resida en el extranjero.


domingo, 15 de abril de 2012



                 El poder del siete








Era la primera vez que viajaba a Las Vegas, quería ver con sus propios ojos la locura por el juego, los rostros de la desesperación y el vicio en cada mirada. Aterrizaba a las 12 de la noche y las luces del juego le despertaron de un profundo sueño. Desde la ventanilla del avión observaba una ciudad en medio de la nada, rodeada por el desierto y donde se levantaban descomunales rascacielos. Sus expectativas se superaron, lujo sobre lujo y en tamaño dos por dos. Un centenar de casinos del tamaño de un pueblo se repartían por la ciudad del juego donde el tiempo no existe y nunca hay fin. 
Tras recorrer bocaabierta las calles y descubrir réplicas de la Torre Eifiel, Nueva York, Shanghai o Roma, se introducía en un casino.
Entre todas las opciones que le permitía el emporio del juego, optó por la más fácil, no estaba muy puesta y prefirió apostar en la ruleta. Sólo quería probar y sentir la sensación de jugar en Las Vegas, lo haría con un número que tenía en la mente, el 7.
Le habían hablado de maktub, una palabra árabe que define aquellas situaciones que superan a las casualidades, pero no pensaba que la experimentaría algún día.
Siete veces con la misma sensación, siete veces con la misma intensidad, siete momentos de gloria que ya habían quedado grabados en su memoria. Un número que había pasado a tener un poder especial y decidió utilizarlo. Recordó aquel día e inmersa en sus pensamientos depositaba la ficha con decisión. La partida había empezado y el crupier le obligó a retirar su apuesta. Molesta por su despiste observó el resultado, 10 negro. Su descuido había resultado un acierto.
La partida comenzaba de nuevo y preparada colocaba su ficha en el 7 rojo. Los segundos se hicieron eternos y todos los números pasaban por su ojos hasta comprobar con elegancia cómo la bola caía sobre el siete rojo. Cinco dólares de apuesta se convertían en 180. Casualidad, concidencia, maktub o el poder del siete.

sábado, 17 de marzo de 2012

San Francisco



Lola había decidido poner tierra por medio y empezar una nueva vida. Llevaba 38 años en el mundo y quería buscar más allá de lo que ya conocía. No sabía si sería mejor o muy diferente a lo que ya vivía pero sentía que lo tenía que intentar. Durante años le había atraído San Francisco y no porque conociera a nadie, sino porque le apasionaban las cuestas y la imagen cosmopolita de la ciudad. Un día septiembre desembarcó y comprobó que esa ciudad le apasionaba y quería explorarla mucho más tiempo que el de unas vacaciones.
Su intuición también le hizo conocer a gente que le ayudó a sentirse como en casa. A los seis meses volvía y con un visado de 18 meses para trabajar. No sabía cómo ni con quién, pero sentía que podría vivir ese tiempo de su esfuerzo y de sus ganas por mejorar. Empuje no le faltaba y sabía que si la vida le había llevado allí era porque era el mejor lugar donde debía estar. 
El libro de su vida había comenzado un nuevo capítulo y sólo faltaba llenarlo de experiencias. Pero lo más importante era su sensación de tranquilidad y de cercanía con una ciudad que nada tenía que ver con ella.
Lola recordaba este momento como su primer beso, su primer novio, su primera experiencia sexual, su primer coche, su primer trabajo o su primer día en otro país y de otro continente. Era el principio de una nueva vida.

viernes, 6 de enero de 2012

Obsesión por besar




Beso que no daba, beso que perdía.  Este era el leit motiv de Roberto, un joven de 31 años que disfrutaba regalando besos.  Sus amigos le aseguraban que estaba muy obsesionado y que no era necesario hacerlo con todo el mundo, sólo a los seres queridos. Pero Roberto llegaba a una tienda saludaba a la empleada con un beso y le pedía la talla L, la dependienta no lograba reaccionar a tiempo y se tocaba la cara extrañada y pensando si había sido real lo que había experimentado.
Roberto saludaba con un beso a todos sus amigos, familiares, vecinos y compañeros de trabajo,  empleados de las tiendas.. Besos y besos,  cada día perdía la cuenta, pero le encantaba y cada vez más.  Sentía que con cada beso era más feliz.
Su obsesión acabó por apartarle de mucha gente que lo rechazaban cada vez que llegaba y se quedó  prácticamente solo en la vida. Rosa le explicó que con su actitud había conseguido ahuyentar a todo el mundo. Pero Roberto le dijo "obsesión y ¿quién no tiene una obsesión en la vida? ¿A qué le llamas estar todo el día hablando de tu ex marido y repitiéndome una y otra vez por qué te abandonó? ¿Obsesión? ¿Eso no lo hace el tendero que se pasa todo el día contándome el resultado de los partidos de fútbol? ¿Obsesión no tendrá la vecina que repite cada día que sus vecinos hacen ruido? O los informativos sólo hablando de la crisis económica, o la gente que no cesa de consumir y cada día compra y compra sin freno.  Vivimos enfocados en obsesiones, estamos programados para eso. Yo por lo menos me obsesiono con cosas agradables, el problema es de los que me rechazan", sentenció.