martes, 31 de mayo de 2011

La selva de la vida


Estrella tenía 10 años y era la más alta de su clase. Cuando salía al patio debían ir en fila y siempre acababa la última porque era por orden de altura. Se enfadaba con ella misma por ser tan alta y se preguntaba por qué sus padres le habían hecho así. Hacía ballet y siempre hacía papeles de chico por su altura. Su mejor amiga era muy bajita y se notaba aún más la diferencia. Deseaba ser más pequeña y se sentía muy desgraciada. Un día su tía le preguntó por qué estaba enfadada y Estrella le contó su gran pena. Su tía le sonrió y le dijo que a ella le había ocurrido lo mismo cuando iba al colegio, pero que ahora entendía las ventajas.
"Mira, Estrella esto es igual que la selva. El elefante es el más grande y la hormiga la más pequeña, pero los dos son esenciales en la selva, cada uno hace una función. Todos somos especiales y tú eres alta porque algún día cuando seas mayor necesitarás la altura para disfrutar de un concierto y verlo de maravilla, o para ser una modelo, ser más esbelta y la más deseada. Tu amiga quizá es más bajita porque algún día necesitará entrar por un lugar muy pequeño y lo podrá hacer. Por tanto, todos tenemos la altura correcta, todos venimos a este mundo con una función y si tú eres como el elefante en una selva es porque tu altura te servirá para vivir de la mejor forma posible en esta vida".
Estrella contenta con la explicación le pidió a su padre ir esa misma tarde al zoo para ver a los animales y comprobar sus grandes diferencias y grandes ventajas.

lunes, 30 de mayo de 2011

Tú primero


Cuando Ana era pequeña le enseñaron que debía compartir, debía ser amiga de sus amigas. Siempre supo adaptarse a los demás y a conformarse con lo que le daban. 
Fue creciendo y rodeada siempre por las mismas amigas. Algunas se fueron quedando por el camino, pero siempre permaneció acompañada de una. Se contaban su vida, sus intimidades y a pesar de que habían decidido realizar diferentes carreras universitarias seguían juntas e iban uniendo a las personas que llegaban a la vida de ambas. 
Iban saliendo con chicos, pero ninguno cuajaba y Ana siempre comentaba que nunca les pasaría como el resto de personas que se enamoran de una persona y pierden todo el contacto con los demás. Por eso, cuando salía con alguien lo incorporaba en su pack. Las llamaban pin y pon y en la ciudad las conocían por ir siempre juntas. 
Ana no tuvo suerte en el amor y se equivocaba una y otra vez en su elección, pero a su amiga le llegó el amor y la relación entre ambas desapareció. Ana vivía en un sin vivir, entre la promesa que le había hecho a la abuela de su amiga de cuidarla y protegerla de gente como un novio que olía a avaricia y falsedad desde la puerta y entre la libertad de cada persona de elegir a quien desee para enamorarse. 
Durante dos años su relación era escasa, incómoda y distante. Ninguna de las dos se atrevía a decir lo que pensaba. Ana se sentía traicionada y abandonada. Las reflexiones que habían estado haciendo durante toda su vida se habían esfumado y su amiga vivía una vida al margen de ella. Un día Ana entendió que el cuento de compartir que su madre le había contado le había fallado y se sentía desprotegida y desorientada, sólo entendía que su vida la debía organizar sola. Nadie más que ella podría entenderla y protegerla y sólo ella sabía lo que más le convenía.
¿Por qué al nacer no te enseñan a compartir más cosas contigo mismo que con los demás?

domingo, 29 de mayo de 2011

Pequeños momentos




Se conocían hacía 15 años, trabajaban juntos y habían vivido los despidos de jefes, la llegada de nuevos, los cambios y avances en el mundo laboral. Durante años disfrutaban de conversaciones en la cafetería soñando y proyectando cómo sería su vida. Se llevaban cinco años, uno había pasado la barrera de los 40 años, estaba casado y tenía dos hijos, el otro no había encontrado todavía a nadie para compartir su vida porque sus relaciones habían fracasado una detrás de otra y su vida se reducía de casa al trabajo y algún viaje que otro. El casado anhelaba la libertad del soltero y éste añoraba una vida en familia y el calor de un hogar compartido. Los dos tenían en común que eran infelices y no cesaban de quejarse. Cada uno de ellos pensaba que la vida de su amigo era mejor que la suya. Un día conocieron a una persona que había estado casada y años más tarde se había divorciado y había pasado por los dos estados. En una de sus conversaciones sobre la vida les dijo. "Estáis equivocados, no tenéis ni idea de qué es la felicidad. Os pasáis el tiempo buscándola y proyectando y no pensáis que en este momento tenéis la felicidad. Yo os veo y me da envidia porque habéis mantenido una amistad durante tanto tiempo y os los pasáis fenomenal. Ahora sois felices y eso es la felicidad, los pequeños momentos, las pequeñas cosas".

miércoles, 25 de mayo de 2011

The end



Arturo era una persona inquieta, le encantaba el fútbol pero se desesperaba por ver quién era el ganador, le apasionaba el cine de acción, pero se ponía de los nervios y llegaba a tomarse una bolsa gigante de palomitas en el cine sin pestañear. Solía tener varios libros empezados y era muy habitual que acabara saltándose varias páginas para ver el final. Arturo era todo nervio y su obsesión era llegar al final de las cosas.
Una amiga le recomendó practicar yoga, remedio para encontrar la calma y equilibrar su organismo. Pensaba que sería un aburrimiento y acabaría abandonando la clase a mitad. Comenzó un lunes sin ganas y la primera clase le pareció curiosa, por primera vez había estado sólo pensando en las posturas, el saludo al sol, el gato, las respiraciones o la meditación y en definitiva había conseguido concentrarse durante una hora sin pensar en el pasado y en el futuro. Conseguía estar en el momento presente y no había nada más ahí fuera.
Poco a poco fue relajándose y ya no necesitaba ver el final del partido para disfrutarlo, podía ver una película en el cine con su novia y las palomitas acababan en el asiento de al lado. Descubrió lo agradable que era avanzar noche tras noche entre las páginas de su libro y empezó a conocer la gran ventaja de vivir intensamente cada un instante.
Arturo aprendió que el final de una película no era el objetivo de un cinéfilo, sino el disfrutar del argumento, la música, la interpretación de los actores y su dirección. Si el cinéfilo había encontrado la esencia de su afición, Arturo había encontrado el secreto para disfrutar de la vida, paso a paso, momento a momento.

martes, 24 de mayo de 2011

Juego de mayores




Sólo el paladar es capaz de detectar el licor dentro de una tarta, el picante en un pastel de verduras o la pimienta de un salsa. La verdadera esencia de los platos se descubre degustando, saboreando cada manjar, pero siempre dista mucho de su imagen externa. En las relaciones personales ocurre lo mismo y Paco era un claro ejemplo. 
Cabeza alta, esbelto, la mano siempre en el bolsillo derecho y con un andar chulesco. Esa era su carta de presentación. Tenía gran habilidad para conversar sin profundizar en ningún tema, pero siempre acababa opinando en contra del resto y conseguía ofrecer un aire de seguridad ante su grupo de amigos.
Estaba casado y tenía dos hijos, pero le encantaba adular a las mujeres y sentirse siempre encantador con ellas. Su aspecto era chulo y se sentía muy cómodo en ese papel, nunca mostraba un lado humano y presumía del control de su vida, sin embargo, un día su hijo le dijo. ¿Papá por qué a los señores les hablas con esa voz tan rara y conmigo pones una voz de papá? Yo prefiero cuando juegas conmigo que cuando juegas con los mayores.
Paco necesitó el toque de atención de su hijo para saber que el papel que estaba representando era sólo un juego de rol y el verdadero Paco era un gran desconocido que ni él conocía.


lunes, 23 de mayo de 2011

Mirar hacia arriba



El médico le había recomendado caminar para recuperar su salud, reducir el colesterol y rebajar kilos. Su vida era sedentaria, de casa a la oficina y siempre en coche.
Tras un amago de infarto decidió hacer caso del médico y tomarse las salidas como una receta médica.
Su mujer le había comentado varias rutas, pero pensó que empezaría dando una vuelta a la manzana y si se veía con ánimo ya pensaría llegar más lejos.
Un lunes a las siete de la tarde empezó su tratamiento. Con un chandal de las rebajas y unas zapatillas, que había estrenado la semana anterior, salió del portal de su casa con resignación y poco entusiasmo.
Apenas había recorrido medio kilómetro cuando se topó con una oveja en el camino, se quedó impactado al encontrársela en medio de la ciudad, era pequeña y estaba acurrucada junto a piedra blanca, pensó que si estaba allí era por algo y continuó su paseo. En cuanto dobló la esquina apareció una cama de plumas y sobre ella había un niño saltando y pensó "mira que bien se lo pasa". Su camino le empezaba a gustar y decidió seguir observando a ver qué descubría. A lo lejos le pareció ver dos señores con batas blancas bastante gruesos que discutían o eso suponían, cuando se acercó se estaban fundiendo en un abrazo, casi no se les distinguía, con ese descomunal tamaño era difícil adivinar quién era quién.
Divertido y alucinando no cesó de caminar, pero comenzó a oscurecer y de repente se quedó con la boca abierta, había descubierto un gran lengua de fuego que se acercaba hacia él, se fijó con más detenimiento y vio como al cabo de los minutos perdía intensidad e iba desapareciendo hasta que se quedó todo oscuro.
Sin duda, salir a pasear le había despertado la imaginación y pensó "me acabo de dar cuenta de que hay muchas cosas en el cielo. Me estaba perdiendo unas historias y sólo tenía que mirar hacia arriba". Desde entonces sale a diario a pasear y cada noche pregunta a su mujer si se ha fijado en la maravilla de la luna que le pide una sonrisa y sin pagar.

sábado, 21 de mayo de 2011

Sin miedo al no



No toques esto, no corras, no chilles, no, no, no, no... Julio nació oyendo la palabra no. Su madre le educó en el no y sabía que esa palabra era negativa, por tanto nunca la pronunciaba y la olvidó de su vocabulario.
Sus amigos en el colegio le obligaban a jugar a juegos que le desmotivaban, pero nunca se atrevía a decir que no, su madre le compraba la ropa y nunca le gustaba, pero tampoco le decía que no por no disgustarla. Cuando fue haciéndose mayor decidió estudiar Derecho y no Publicidad porque era el deseo de su padre. Aunque le comentó sus deseos creativos, su padre le advirtió que el mundo publicitario era más arriesgado y con menos salidas y acabó haciéndole caso. Conoció a Rosa, un año menor que él, pero muy despierta y con mucha energía. Le gustaba estar con ella aunque muchas veces le agotaba porque era incansable, siempre estaba organizando planes, pero nunca le decía nada por miedo a perderla.
Acabó casándose con Rosa por la iglesia, hubiera preferido en un barco, en medio del mar y que les casara un capitán, una idea que se atrevió a proponerle a Rosa, pero al ver su reacción de asombro acabó cumpliendo con el tradicional ritual. El padre Agustín los casaba en la iglesia de su pueblo y al enlace acudían 150 invitados, un banquete celebrado en un salón con lámparas clásicas de 1.700 lágrimas y servido por camareros que repartían la comida al son de la música.
Trabajaba en un bufete de abogados y su jefe confiaba mucho en él y le encargaba cada vez más trabajo y con casos de lo más variopintos. Aunque se sentía explotado nunca se atrevió a decir no porque pensaba que eso sería su despido inmediato.
Un día mientras veía una flor como se marchitaba pensó. Si al final acabaré como ella pues ¿por qué no voy a vivir el tiempo que me quede como yo lo siento? Dicho y hecho, al día siguiente entró al despacho y le dijo a su jefe "hoy sólo podré hacer un caso, el resto no me da tiempo y si quiero ganarlo sólo me puedo dedicar a uno, las demás horas del día son para mi familia". Su jefe dudó por unos segundos, intentó pronunciar algún sonido pero decidió callarse. A partir de ese momento, Julio fue tenido en cuenta por su jefe y le comenzó a valorar más.
En casa decidió aplicar la misma norma y le dijo una noche a Rosa, "cariño no voy a ir este verano al mismo apartamento de Benicàssim, me aburre y no me divierte". Rosa intentó convencerle, pero Julio se mantuvo en su sitio y le dijo "no, cariño, no insistas, yo no voy". Desde entonces su mujer le comenzó a consultar y a decidir juntos sus planes, Julio ya no era un marido manipulable, era un marido con criterio.
Aquel niño que había olvidado la palabra no, descubrió que tenía un gran uso para vivir feliz como él quería y nunca más tuvo miedo a decir no.

jueves, 19 de mayo de 2011

¿Y yo cuándo?



Aurora era la pequeña de una familia humilde del sur de España. Tenía dos hermanos y era la encargada de hacer las tareas de la casa. Sus padres le habían inculcado el deber de colaborar en las tareas del hogar. Fue creciendo y decidió no estudiar más para poder ayudar en casa. Sus hermanos, sin embargo, sí que realizaron una carrera universitaria y se marcharon a Madrid. Ella se quedó en el pueblo y conoció a su futuro marido, buena persona pero sin intenciones de ofrecerle libertad. Salió de casa de sus padres para formar un hogar donde ella era la dueña y señora de las cacerolas, la escoba, la aguja de coser y la plancha. Complació a su marido y tuvieron cuatro hijos como él deseaba. Todos varones y una niña.
Su vida se reducía a preparar la comida, cuidar de los niños, atender a su marido, acudir a la compra o regatear en el mercado para obtener los mejores y más baratos productos. Tenía algunas amigas y vecinas que le pedían consejo en su matrimonio, acudían a su casa para aprender nuevas recetas de cocina y le pedían favores que complacía gustosamente.
Todos el mundo la adoraba, la quería y se lo decían continuamente porque siempre tenía un momento para acudir allá donde le llamaran.
Ella se sentía bien estaba arropada por su familia y sus amigos, pero un día su marido falleció y se sintíó muy apenada, sus hijos ya se habían marchado de casa y hacían vida con sus familias y sus amigas habían aprendido y ya no la necesitaban tanto. De repente se encontró sola y abandonada, no entendía lo que le había ocurrido, siempre había estado al lado de todo el mundo pero ahora nadie estaba con ella.
Se sentía desdichada y un día cuando estaba en casa se miró en el espejo de su habitación y descubrió a una mujer que no reconocía. Se había hecho mayor, era anciana y su rostro estaba repleto de arrugas. Había dedicado toda su vida a cuidar de los demás, pero nunca había tenido tiempo de estar con ella misma y disfrutar de su compañía. Comprobó que conocía al detalle al resto de la gente, pero ella apenas se conocía aunque se alegró de haber llegado a tiempo y poder dedicar los últimos años de su vida a estar con la persona que le había acompañado en silencio toda su vida.

martes, 17 de mayo de 2011

Yo siempre ser feliz cuando tú llegar




Bimal decidió probar suerte en España, ahorró durante varios años y desde la capital de Nepal, Kathmandú, partió hacia Europa con sus hermanos para convertirse en verdulero. Le habían contado que en la península había trabajo y podía ganar dinero vendiendo fruta y verdura, aunque tras horas y horas detrás de un mostrador. El tiempo no le importaba, llegaba a una nueva vida por descubrir y el esfuerzo era lo de menos. Su único deseo era ganar dinero para enviarlo a Nepal y mantener a sus padres, ya mayores y sin fuerzas para seguir trabajando en los campos de arroz.
Sus primos habían llegado seis meses antes y ya le habían conseguido un local en un barrio periférico de Valencia. Lo pintaron y lo prepararon para vender las hortalizas de la huerta valenciana. Decidieron repartirse las tareas, Bimal atendería al público, era el más abierto y espabilado y sus hermanos se encargarían de comprar y recibir la mercancía.
Sabía muy poco de español, sólo necesitaba aprenderse los nombres de sus productos, los números para poder cobrar a sus clientes y los saludos por educación. Y en apenas unos días el negocio comenzó a rodar y  a conocer a sus clientas, la mayoría mayores excepto una joven despistada, pero de una belleza que le deslumbraba. Siempre llegaba hablando por el móvil, con prisas y sin apreciar las hortalizas que Bimal había colocado con suma delicadeza. 
La joven no tenía ni día ni hora fija y entraba en la verdulería en cualquier momento alterando el pulso del nepalí que apenas podía articular palabra. Cruzaban las frases justas y ella se despedía regalándole una sonrisa.
Una mañana de noviembre, la joven entró en la verdulería y tras elegir dos calabacines, tres patatas y cinco tomates se dirigió al mostrador. Bimal no lo pensó ni un momento y le dijo. "Yo siempre ser feliz cuando tú llegar". Ella se quedó sorprendida y se ruborizó, pronunció un tímido gracias y salió de la verdulería.
Aquel nepalí le acababa dar una gran lección que nunca olvidaría. "¿Cómo puede decirme un desconocido que es feliz cuando entro en su tienda, y yo que que vivo a cada instante conmigo no consigo apreciarlo?", se lamentó.

lunes, 16 de mayo de 2011

Plato limpio, relación limpia




Le encantaba cocinar, era su debilidad. Pasaba horas y horas en la cocina y no le importaba, ese era su reino, disfrutaba innovando y probando combinaciones de aqui y allá. Siempre tenía invitados en casa y su mayor placer era ver los rostros saciados de todos ellos tras degustar una copiosa cena y saborear sus halagos y cumplidos.
Sus manos, dulces y delicadas, eran todo arte. Con ellas podía cocinar lo que se propusiera, tenía el don de conceder un placer pero efímero y, aunque apenas duraba 15 minutos, sus invitados soñaban con ese momento. Tras deleitarse con la velada se despedían de ella con un beso en la mejilla y le agradecían su generosidad. Orgullosa, los emplazaba hasta la semana siguiente y les prometía sorprenderles de nuevo mientras les conducía hasta la puerta.
Era muy ordenada y meticulosa y nunca se iba a la cama antes de recoger la mesa y fregar cuidadosamente cada plato. Le gustaba hacerlo a mano, le relajaba y aseguraba que quedaban más limpios. Uno a uno los iba secando y los colocaba en el armario sin resto alguno del placer ya consumido.
Al día siguiente los mismos platos los volvía a utilizar para probar sus nuevas recetas.
Ella era cocinera, vivía de ofrecer pequeñas pero intensas dosis de felicidad y un día mientras lavaba los platos pensó: "Por muy deliciosa que haya estado la comida, nadie quiere volver a comer al día siguiente en el mismo plato todavía con restos del anterior festín, entonces ¿por qué muchos insisten en empezar nuevas relaciones sentimentales con restos aún de las anteriores?

domingo, 15 de mayo de 2011

¿Por qué me llamo así?


Siempre pensé que el cuento del caballero que vendría a rescatarme en un flamante caballo blanco se haría realidad. Del caballero, ni rastro y del castillo hoy solo quedan las ruinas. Mi vida dista mucho de cómo pensé que sería, pero sin embargo hace tres años descubrí a una persona que vivía conmigo, que siempre había estado ahí, pero nunca le había hecho caso. Un día una amiga me la presentó y me dijo despierta hay mucho más mundo ahí fuera. Comencé a observar a las personas que me rodeaban desde el otro lado de la orilla, empecé a conversar más con aquella joven que siempre había estado conmigo, yo misma, y a saborear experiencias que nunca habría vivido en mis sueños iniciales, en definitiva inicié el camino de mi vida y fui sacando mis propias conclusiones.
En una de mis clases de conversación en inglés le expresé a mi profesor, un tío muy curtido en la vida y con mucha escuela, lo que me estaba sucediendo y con su gran sonrisa en la cara me dijo, "darling no te ocurre nada malo, al contrario tienes suerte y ahora tu ya smell the coffee". Una expresión que define a aquellos que son capaces de despertar del mundo en el que se encuentran y verlo desde el otro lado, aquellos que huelen al café recién hecho porque han abierto los ojos de su profundo sueño.
Me gustaría compartir desde aquí mis pensamientos de mi despertar porque somos muchos en el otro lado de la orilla.