domingo, 24 de julio de 2011

¿Falsos o educados?


"Hola, perdona que te moleste pero ¿me puedes atender?". "Hola que tal estás?". "Hasta luego guapa". "Cariño, dime ¿cúantos tomates te pongo?". "Encantada de conocerte". La vida está llena de frases hechas, que nada aportan, expresiones que no significan nada, pero que todos pronuncian con todas sus letras sin asumir su significado. Nadie espera una respuesta, o si la hay, prefieren un monosílabo que no signifique nada. Un sí o un apenas bien. Las frases tienen su profundidad; si alguien dice perdona que te moleste, no hay perdón que valga si alguien molesta con intencionalidad. Quien pregunta por el estado físico, poco le importa si se encuentra mal, nadie espera una contestación verdadera, es una simple frase para iniciar una conversación. Los calificativos amigables como cariño, guapa o encantada de conocerte no son más que expresiones que agradan a la persona. Si una de las personas guapas no es agraciada, poco importa, con tal que vuelva a la tienda y compre. ¿Quién es sincero en esta sociedad? Pocos, y ya son muchos, se expresan con la verdad por delante y aunque lo piensen a nadie se le ocurre pronunciar su verdadera opinión de la gente. ¿Falsos o educados?

sábado, 23 de julio de 2011

Atrapada


La llamaban la analógica, se resistía a sentirse engullida por la tecnología, por eso prefirió entrar en la era global poco a poco, sólo cuando fuera estrictamente necesario. Sin embargo, una noche comprobó que estaba más atrapada de lo que pensaba. Como todas las noches llegó a su casa y observó á través de su móvil el correo electrónico y su twitter, instrumento necesario para desempeñar su trabajo. Pasaban la una de la madrugada y un mosquito no le dejaba dormir. Intentaba actualizar la versión de su red social y cuando lo hizo, el programa le avisó de que debía reiniciar el móvil. Ejecutó la orden, pero no pudo volver a conectarlo, a pesar de sus reiteradas insistencias, su móvil quedó apagado. En ese instante se sintió perdida, se despertaba todas las mañanas con el despertador de su inalámbrico y sin él no era nadie. No sabía qué hacer, estaba desesperada, en su casa no tenía más despertadores y se sentía aterrada sin su pequeño aparato negro de medio palmo. "¿Cómo me voy a levantar mañana por la mañana sin no me funciona el móvil? Estoy perdida", afirmaba.
Vivía sola y a la una de la madrugada no quería molestar a nadie para pedirle el favor de que le avisara. Eran las 2.30 de la madrugada y seguía locamente apretando todos los botones de su teléfono para intentar abrirlo. Al final, tuvo una idea brillante y pensó. "Abriré la ventana y no bajaré la persiana y así me despertará la luz del día". A las seis de la mañana su idea daba resultado y el amanecer le despertaba. Entonces, le llegó una idea y pensó sacar la batería del móvil para intentar que su teléfono volviera a funcionar y conectar la alarma. Afortunadamente lo hizo y continuó durmiendo dos horas más.
A la mañana siguiente se sentía aterrada, su adicción era peor que una droga. Dependía de un pequeño objeto y sin él no era nadie. Estaba más enganchada que a una relación, a una coletilla al hablar, a una comida o a una costumbre. Tristemente pensó "ojalá estuviera así de enganchada que a la sensación de un despertar natural, a los paisajes o a la energía de la tierra". No sabía cómo podría luchar en plena era tecnológica. Era consciente de que si quería trabajar en el mundo debía vivir pegado a la tecnología, pero también sabía que no quería sentirse atrapada. Por lo menos se sintió reconfortada al comprobar que se había dado cuenta del abismo al que se dirigía. Sólo era cuestión de mantener el equilibrio.

jueves, 14 de julio de 2011

La naturaleza del cuerpo

Ángel era ingeniero de física cuántica, algo que él apenas podía explicar con claridad a todo el que se lo preguntaba. Durante años trabajó en un laboratorio y allí le llamaban el doctor. No tenía ni idea de medicina, pero en cuanto alguien se mareaba, se sentía indispuesto o por la calle presenciaba algún percance, allí iba él como el gran salvador. Incluso, no tuvo problemas en avalanzarse a socorrer a un joven caído en la calle tras haber sido atropellado en medio de una avenida de Dublin, a pesar de su escaso dominio del inglés. No entendía la reacción que sentía en ayudar a la gente aunque no supiera nada de medicina.
Ante tantos casos seguidos decidió ser médico porque pensaba que esa era su verdadera profesión, pero tampoco estaba satisfecho.
Su otra gran pasión era la naturaleza, le encantaba subir montañas, bucear en el mar y hacer puenting. Mientras operaba, su mente se alejaba hasta uno de los parajes que había visto días atrás y cuando estaba en una gran extensión verde se acordaba de una de las últimas operaciones que había realizado. Su vida era dual y  al mismo tiempo una, vivía una situación y pensaba en la otra. Su cuerpo y mente estaba en dos lugares a la vez. Esa sensación la llevaba sintiendo durante meses y no acababa de entender el paralelismo.
Pero un día tumbado sobre la toalla y contemplando cómo un cangrejo intentaba salir del agua, comprendió la esencia de la vida. El cuerpo humano es una copia exacta del planeta. Los ríos que recorren el planeta de un extremo al otro son exactamente igual que la sangre que fluye a través de venas y capilares. Los órganos son iguales que los países, estratégicamente distribuidos por todo el planeta. Y las células, sin duda, son las personas. Millones y millones repartidas por toda la tierra, al igual que la microcélulas que se encuentran en lugares tan dispares como el dedo meñique o el cuero cabelludo.
Ángel entendió que se funcionaba igual dentro de su cuerpo que fuera. Por eso, comprendió su necesidad de salvar a todo el que lo necesitaba. Al igual que las células son independientes pero forman parte de un cuerpo, los humanos también vivimos individualmente, pero en el fondo todos somos uno y quien es consciente de ello no puede permitir que ninguna de sus células muera.

domingo, 10 de julio de 2011

Los reyes de la decepción





Alicia, tenía 30 años y todavía recordaba como si fuera ayer el día más duro de su vida, aquel en el que su madre le dijo que los reyes eran los padres. No podía creer cómo la persona en la que creía ciegamente le había engañado todo ese tiempo. Había jugado con su ilusión y le había hecho creer en un mundo imaginario.
Cuando lo comentaba a sus amigos se quedaban extrañados, le aseguraban que también habían pasado por ahí, sin embargo, no se sentían engañados. Para ellos, era una mentira piadosa y no tenía la menor importancia.
Conociendo su reacción y comparándola con el resto supo que, tal y como veía la vida, no era como la veían los demás y fue consciente de que sufriría por situaciones que para el resto serían anécdotas y temió que le dolerían las relaciones sentimentales más que a nadie.
Sus suposiciones no se quedaron cortas y aunque la gente la definía como muy guapa y de una gran bondad, las cicatrices de su sufrimiento le cubrían su interior.
A golpe de relaciones fracasadas aprendió a ser fuerte, pero al mismo tiempo a desconfiar de los hombres. Sin embargo, seguía creyendo en el amor y depositando pequeñas dosis de fe en algunos de aquellos que habían estado con ella durante años y que le aseguraban que la querían, a su modo, pero la querían. Pero eso también falló y Alicia se dio cuenta de que ninguno de ellos se merecían el amor que les había entregado sin nada a cambio, sin esperanzas de ser sus novios, sólo se había conformado con saber que la querían. Pero un día, las migajas del amor también fracasaron y la única palabra que le llegaba a su mente era la de la decepción.
Supo que nadie podría quererla más que ella y que nadie ahí afuera podía hacerle más daño del que ella se estaba haciendo. Se dio cuenta de que agarrarse a los coletazos del pasado no funcionaba, por eso con todo el amor del mundo optó por desprenderse de los hombres que habían estado en su vida. Sólo así sabía que podría ser ella la que llevaría las riendas de su vida. No sabía cuándo podría volver a enamorarse, cuándo sentiría de nuevo las mariposas en el estómago, pero sí sabía que estaba preparada para guiar su vida como la sentía y no como le habían intentado hacer creer. Sabía lo que quería y por eso estaba convencida de que existía. Los tres reyes magos eran una ilusión en la que había creído, ahora no había nada en lo que creer, sólo dejar que pasara la vida, la que ella sentía, la única que existía.

domingo, 3 de julio de 2011

Fuera zapatos



Lucas, dos años de edad. Todas las mañanas su madre lo prepara para ir a la guardería, le coloca el chándal del colegio y las zapatillas de deporte y se marchan en su coche. Por el camino siempre acaba quitándose la zapatilla izquierda y su madre debe perder cinco minutos cada mañana en volvérsela a poner cuando salen del coche.
Lucía, ocho meses de edad. Vestidito rosa, lazo rosa y zapatitos rosa. Preparada para salir a dar un paseo un día más. Al doblar la esquina del barrio comienza a rozar un pié con otro y acaba soltándose del zapato izquierdo.
Alba, un año, su madre ha optado por no ponerle zapatos porque siempre se los quita.
¿Alguien sabe por qué a los niños no les gustan los zapatos? Pero la cuestión más importante es si los niños una y otra vez sin conocerse y sin poder comunicarse entre ellos, siempre acaban haciendo lo mismo, algo nos quieren transmitir.

Educar a la mente




"No me coge el teléfono, ¿le habrá pasado algo?" "Llega tarde, ¿habrá tenido un accidente?" "Hace días que no lo veo. ¿Se habrá muerto?" Ángel se pasaba el día pensado lo peor y sus primeros pensamientos ante un contratiempo era pensar en una tragedia. Todo lo veía negativo y sobre todo cuando se refería a su familia, amigos y sus seres queridos. Sabía que era una cuestión suya, pero no lo podía evitar.
Cuando su novia se iba de viaje acababa llamando a todas las compañías aéreas para que le informaran si había habido un problema. Si sus padres se iban de vacaciones también se volvía loco cuando tardaban en llamarle.
No tenía idea de cómo dejar de sufrir. Por eso, un día optó por no preocuparse, pero se engañaba a sí mismo y nunca lo superaba, así que pensó engañar a su mente.Cuando le venía un pensamiento de tragedia inmediatamente se decía, "no te preocupes si ya me dijo que me llamaría más tarde". Aunque seguía pensando en terribles situaciones, las atacaba con sus expresiones de "no hay por qué preocuparse, todo está controlado y si ha pasado algo cuando me entere será una desgracia, mientras tanto para qué me voy a asustar". 
Poco a poco se dio cuenta de que podía educar a su mente y que los primeros pensamientos negativos eran fantasías que sólo aparecían en su cabeza.
Supo que simplemente pensando lo que él quería pensar lograba no preocuparse y martirizarse.